martes, diciembre 27, 2005

2ª Antología Internacional Forum Letras Libres

Ya está disponible la 2ª Antología Internacional Forum Letras Libres, formato pdf. Se puede descargar en la siguiente dirección:


No os arrepentiréis.

miércoles, diciembre 14, 2005

lunes, diciembre 05, 2005

06:24 am




Alguien
desliza unas manos frágiles,
envolviendo mi torso desnudo.


El llanto descansó,
se apagaron los latidos del reloj,
se filtró un nuevo día
por las celdas que dibujan las cortinas.
Sin querer aún partir,
rodeo su espalda,
despidiendo este minuto injusto
que hizo de mi un naufrago loco.
Amanece y su figura se esconde
entre las sábanas calientes y el hueco
de la almohada le atrapa una vez más.

Antes de salir,
percibo su aroma,
rozo su piel,
atrapo su mirada,
para tejer mi presunción de inocencia,
tras los pasos de dos efebos custodios.
Todo ha sido un sueño extraño,
pero el cajón
sigue abierto
y ella no habla.



José Daniel

* Con este poema se cierra "Despertar incierto". Os podéis descargar el mismo en la siguiente dirección: http://es.geocities.com/jd_palma/Despertar_incierto.pdf
Espero que os guste y saquéis pareceres y conclusiones. Serán bienvenidos tanto en este blog como en mi correo personal: jdpalma@terra.es

viernes, noviembre 25, 2005

Cuántas veces


Cuántas veces,
en el silencio del agua mansa,
al final de un callejón con cinco arcos sin salida,
en el margen de una travesía
solitaria, has dejado caer tus llantos.
Unas manos cubren tu rostro, otras te apresan,
te sostienen, nos sujetan con astucia
terciopelo y, un segundo después, se evaporan
sin saber que el roce ha calado en nuestro interior
como una señal que perpetua un recuerdo.
Manos invisibles que alrededor bailan
como vientos implicados de dulzura en el discurrir
de un juego de niño. Escondite para unas caricias
envueltas en papel traslúcido, albas, espirituales,
próximas y nobles que no hace falta ningún
vestigio para encontrar aposento tan protegido.
Pero me dirás -y no te culparé- que no hay nadie, que el mundo
sucumbió un día de noviembre bajo el manto de hojas muertas,
y que tu cuerpo, tu tacto, y tu desnudo silencio
sigue sin hallar el roce de esta levedad.
No sufras, lo que ahora se presenta ciego
y amargo para el sufrimiento de tus llagas en el abismo,
se fortalecerá con el ahínco de esas manos que no
invento porque soy tú, soy él, somos nosotros.
El hombre por y para el hombre, y digo hombre,
no superhombre y sus circunstancias.


Poema: José Daniel.

miércoles, noviembre 23, 2005

Estimado Sr/a Dios/a



Estimado Sr/a Dios/a:

Te escribo esta carta para comentarte que todo lo que creaste a mi alrededor, se está yendo a la mierda. Todo.

¿Qué cojones pensaste? ¿Te crees que puedes jugar a tu antojo conmigo y que ni siquiera tenga el gusto de criticarte? Estás equivocado si pensabas que me iba a quedar callado. Estás omitiendo mi derecho a súplica, mi deseo de gritarte que estoy harto, hasta los cojones de tener que despertar y ver mis miserias. Ya no me quedan gotas de sudor para afrontar los nuevos retos que por otro lado son malévolos como tú solo.

Primero me dejaste sin mujer. No es que la matarás, no, eso hubiera sido un premio, un bombazo en mi esquelético cuerpo. No, no fue eso, no, fue peor: se la distes al vecino gañán de enfrente, a ese idiota que camina con un libro bajo el brazo y se cree intelectual y bien hablado. A ese energúmeno que cuando bajamos juntos las escaleras me saluda atentamente y cuando ya no sabe que decir me espeta que el tiempo va a cambiar. ¡Claro que va a cambiar! En mi cama las sábanas se helarán, mientras en la suya un torrente de calor se apoderará de su miembro viril, abriendo de par en par un palacio antes conquistado por el ladrón que llevo dentro. ¡Qué pena me doy! Ese ladrón está en prisión desde que marchó y todo por tu culpa viejo/a.

Luego te llevaste a mis hijos bajo el vicio de las drogas sin apenas darme cuenta y sin dejarme despedir. Más tarde, y bajo el gozo lento de la mente más perversa, me atrapas con un cáncer de huesos. O sea, despido laboral, ruina monetaria grave y para más INRI me atropella un jodido auto sin causarme la muerte. He intentado suicidarme con todas las ofertas que internet y la prensa me ofrecen, pero tampoco. Siempre te has volcado a fondo para que mis intentos se vayan al garate. ¡Joder! Si tan mal me quieres podrías dejar abierta una ventana para que tu primo Satanás venga y me lleve. Ya, no me digas más: “Al enemigo ni agua”. Pues que sepas que no quiero ser partícipe de líos familiares.

¡Qué! No está mal, verdad. ¿Qué me aguarda a partir de ahora? No sé, dímelo tú, tú que estás en todos los sitios, todos los lugares.

¿Una tortura aún más cruel y ser además actor protagonista de una película de tercera? ¿Caminar desnudo por un centro comercial bajo la atenta mirada de un grupo escolar de visita guiada? ¿Qué? Te estoy dando ideas para que tu sarna siga viva contra mi persona. ¡Ea! Aquí estoy, pero que sepas que lo único que te pido de verdad es la muerte, pero una muerte que no venga disfrazada con epitafios ni rezos, y por supuesto, tampoco sesiones de reconciliación ni juicios postreros.
Ya sabes...

Sin otra cosa en particular, me despido y espero que sea para siempre;

José Daniel.

lunes, noviembre 21, 2005

01:56:00 a.m.



Perdí todo,
no tengo nada, y en espejismos
me sumerjo
buscando rescatarla.

Soy un alacrán en desiertos pétreos,
y mis pasos se encaminan
entre dunas de marfil que decoran el horizonte.

A lo lejos, mi mujer reposa rodeada
de bambúes y diamantes infinitos,
entre gentes de otros lugares, extraños
hijos de metal y lanzas prohibidas.

La he visto frágil y vulnerable,
pero la cortina intangible que me sujeta,
me ahoga como la tierra sobre mi ataúd.

Alguien se arrodilla junto a ella,
le tiende una sonrisa de nácar
y acepta sus plegarias.
Se va,
se van entre claros y nubes,
desembocando una tormenta de ira,
tempestad que me arrastra a un levitar profundo.

Duermo...

José Daniel, de "Despertar incierto".

viernes, noviembre 18, 2005

¡Qué sueño tan cruel!


¡Qué sueño tan cruel! ¡Qué pesadilla tan desagradable!: un terremoto sacudía con fuerza mi espacio, numerosas contracciones iban y venían, abriendo un desfiladero por donde se fueron, de súbito, los mares y ríos de mi planeta.
A lo lejos, voces y gritos, ecos metálicos, llantos y risas, proclamas, y un foco que proyectaba una luz intensa en esa oquedad que se iba haciendo cada vez más amplia. ¡Qué angustia para mi paz! ¡Qué naufragio tan brutal! De pronto, aprecié unas manos sobre mi cabeza: unos dedos largos y fuertes me agarraban con sumo cuidado, pero esta sensación desapareció por unos instantes. Momentos en que sentí morir, que me ahogaba, que sucumbía asfixiado. Pero la tragedia de este mal sueño no quedaba aquí: algo succionó mi testa de forma bestial, lanzándome de forma directa al abismo...¡No, no, no...!
Desperté con la sensación de haber recibido una paliza, de haber sido partícipe de un combate sin final. Abrí los ojos, y me di cuenta que ya nada era lo mismo: alguien había cortado el cordón de mi supervivencia, mientras muchas caras me observaban con gestos de incredibilidad.
José Daniel.

jueves, noviembre 17, 2005

Se resiste el poema


Se resiste el poema,
los versos permanecen inmóviles,
anclados en recuerdos que amortajan
mis falanges en el traspapelar de las horas.

Un golpe de luz abriría
sendas para comenzar una liturgia:
ceremonia de ritmos, rito de palabras clave.

Más nadie me llama,
sigo en un caer continuo,
muerto como este otoño que eyacula inmaduro.

¿Sabes? Sólo tú,
tú eres quien podría salvar esta ruptura,
componiendo perdurables errores
en verticalidad sonora.

Solamente tú,
musa del adiós y del perfume bienvenido.
Solamente tú,
estancia del ayer, ataúd del aurora.


José Daniel.
15/11/05

Imagen: http://www2.uah.es

martes, noviembre 15, 2005

22.11pm



Sigue lloviendo
y las luces se encienden
como síntoma de una nueva derrota:
No me aventuro
a quedarme sin ti,
no persigo
escapar sin oírte de nuevo.


Marca mi memoria una cifra,
seis dos cuatro,
tres siete
tres seis tres dos,
y una voz que siento cerca
se diluye entre sollozos.


“¡Perdóname!”,
mientras se disipa un último adiós
fuera de servicio o falta de cobertura.


José Daniel, de "Despertar incierto".
Imagen: José Daniel 05.

domingo, noviembre 13, 2005

Sucede

La vieja televisión emitía publicidad, mientras Eduardo esperaba el almuerzo, plácidamente sentado en el sofá. Sus pensamientos repasaban los últimos acontecimientos surgidos en la empresa. Una regulación de puestos de trabajo era el colmo, trauma que le perseguía en los últimos días. Su labor en la subdirección de empresa se complicaba, vendrían reuniones con los sindicatos, explicaciones, razones, huelgas...

- Buenas tardes, repasamos a continuación las noticias más destacadas de este frío sábado, 14 de febrero.

La sintonía llamó la atención de Eduardo, quien se incorporó en el sofá.

- Niña, ¿cuándo está la comida?, tengo algo deprisa,-dijo alzando la voz.
- Ya va, espera hombre, ¡qué impaciencia!, si me ayudaras por lo menos a poner la mesa, pero no, te sientas y a servir como una esclava.

Marisa se apuraba con el aliño de la ensalada, mientras llamaba a su hija:

- Eva por favor, baja de una vez y pon la mesa que tu padre tiene prisa; anda hija, escúchame, aunque sea la primera vez-. Vinieron otras tres llamadas separadas en un intervalo inferior a un minuto, hasta que por fin bajó.

Como todos los mediodías, se sentaban alrededor de la mesa sin hablar, sin mirarse, sin prestar atención al menú del día ni al noticiario, aunque el volumen estuviera a la altura de un concierto de rock, todo era igual desde muchos años atrás. El papel de cada uno en la mesa se organizaba perfectamente sin ley escrita pero con un resultado muy efectivo: no había ningún imprevisto.
Eduardo se encargaba de llenar los vasos con agua, Eva partía el pan y Marisa repartía sin ecuanimidad la comida. No podía faltarles a sus discípulos, antes dejaría de comer que ver los platos de ellos dos semivacíos.
La presentadora seguía narrando las noticias acontecidas durante las últimas veinticuatro horas: “Ayer tarde, en el salón de plenos del Ministerio del Interior se dieron a conocer los datos estadísticos del Plan Nacional contra la droga. Escuchamos las declaraciones del Delegado del Gobierno del Plan-,(la presentadora pasó a un segundo plano dando paso a una corresponsal, que a su vez daba paso al ponente). Este trimestre se percibe una disminución del 13,2% del consumo de heroína, un descenso del 2% respecto a la cocaína y derivados, pero hay que señalar un aumento preocupante para esta Delegación en lo referente al consumo de éxtasis y LSD entre la población joven, entiéndase la comprendida entre los 14 y los 25 años, no obstante....”
Las noticias se esparcían por el salón escapándose a los oídos de los comensales. El sonido producido por la absorción de la sopa y el tintineo de la inmersión de las cucharas se mezclaban con la voz de fondo. La locutora secuenciaba nuevos asuntos, entretanto un bip continuo y ascendente provocó un pequeño sobresalto en Eduardo.

- Eva, por favor, coge el maldito móvil-, dijo sin levantar la mirada.
- Dime, María, espera que me voy a la cocina-. Eva se levantó apartando la silla.
- Esta niña, no sé a qué aspira con esos veinte años-, suspiró Marisa.

Un cambio brusco al pasar de tipo de información hizo que Eduardo preguntara dónde estaba el mando a distancia. Marisa se levantó furiosa, sosteniendo un reflejo de perplejidad y angustia contenida.

- Aquí lo tienes, señor mío-, dijo, mientras una voz femenina exponía el balance de accidentes de tráfico del fin de semana.
- Desde la DGT se informa que desde ayer, viernes a las 14,30, horas se han producido cuatro accidentes mortales, el más notorio, ocurrido en la carretera de Toledo debido a la niebla, según últimas informaciones se han visto involucrados en una colisión múltiple: tres turismos y dos camiones, con el resultado de dos personas muertas y varios heridos de diferente gravedad. Julián Sánchez está en el lugar del accidente, con información, a pie de carretera.

Eduardo levantó la mirada por primera vez, contempló una trágica escena, habitual, donde se veía dos cuerpos, tendidos en el suelo, recubiertos por dos mantas. “Qué ironía, nos pegamos la ostia y nos cubren con una mantas galácticas”-, pensó. También observó varias ambulancias con todos los dispositivos de emergencias activos, unos guantes de látex junto a los cadáveres y unos agentes tomando fotografías y notas. Absorto, contemplaba la pantalla, y no tuvo el pulso necesario para cambiar de canal hasta que apareció un representante de los agentes.

- Sí, bueno, sí. El accidente creemos que tiene como causa principal la niebla, pero no se descarta un exceso de velocidad por parte del turismo blanco y una posible conducción bajo los efectos de alcohol, lo que hace que estemos trabajando en ello porque hay una circunstancia para creer que estos jóvenes regresaban...-; no le dejó terminar, cambió de canal diciendo:”sólo muertos y más muertos, vaya comida nos dan todos los días”

En la cocina, mientras tanto, seguía Eva su liviana comunicación con María, con quien charlaba a lo largo de todo el día, ya fuera vía teléfono, vía chat, vía mensaje, vía toques: un nuevo sistema para dar a conocer que en esos momentos te estás acordando del receptor.

- Bueno, entonces a las diez en el portal, ah! por cierto, has llamado a alguien más, no sé..., por ejemplo a tu amigo Nico-, una risita tímida acompañó el mensaje de Eva.
- Qué va tía, no me atrevo. Seguro que lo veremos esta noche, no tengas prisa. Te lo presentaré si coincidimos, te lo juro.
- Eso, eso espero, ya sabes que me muero de ganas.
- Vale, pues a la diez queda dicho, no me falles, te doy un toque y nos vemos, chao-. María daba por concertada su cita.
- Chao, ponte guapa-. Apagó el teléfono y regresó a la mesa familiar.

Sus padres comían el postre y ella aún no había terminado la sopa; tomó una cucharada y su sabor frío no le produjo agrado, así que la apartó y se unió a sus padres.
- Hija, no sé que va a ser de ti, en los estudios ya ves, en casa nada, no comes, no duermes, no...-, los ojos maternos proyectaban todo su amor en las facciones de Eva.
- Venga mamá, déjalo para otro momento, ahora tengo que hacer cosas, terminó la naranja y sin más salió hacia su habitación.
- Has visto, dijo el padre.
- ¿Qué?
- La tienes muy mal enseñada, se levanta, se marcha, no sé que diablillo estamos criando-. Tras una pequeña pausa se levantó.
- Bueno, me tengo que ir, ya llego tarde-. Se despidió con un beso en la mejilla.

La tarde cayó como una más para Marisa, le acompañaban la soledad y su hermana tristeza. Frente a la pantalla pasaba las horas sin pensar demasiado. Empezaban y terminaban telenovelas de amores y desamores, cotilleos rosas y, en su tortura, el único aliciente era el regreso del hombre de su vida, o por lo menos del hombre con el que había decidido pasar el resto de sus días.
Eva por su parte se encerraba en su habitación a cal y canto, y no salía de ella a no ser que alguien viniera a buscarla, había creado un mundo dentro de sus fantasías, se sentía reina y señora de su espacio, no soportaba la intromisión de nadie, y menos la de su madre.
Llegó la noche y con ella la melancolía de años pasados para Marisa. Eran tiempos donde una bella joven, más bien flacucha pero muy recatada, salía y bailaba de la mano de Eduardo; recuerdos de cuando la acompañaba hasta la puerta de su casa y le daba un cálido beso de despedida. Qué viejos recuerdos, pero qué cercanos le parecían. Oyó a Eva decir que ya estaba lista para salir, su padre había llegado del trabajo más cansado que de costumbre y no reparó ni en decir: buenas noches, ni en un beso de regalo por el día de los enamorados. Tras una ducha y sin haber cenado se fue directamente a la cama.


- Oye mamá, ¿dónde rayos está papá?, tiene que darme algo de dinero para salir, exigía a su madre una respuesta.
- Déjalo, Eva, yo te lo daré. ¿Cuánto te da tu padre?
- Normalmente me da 15 euros para todo el fin de semana, pero no me llega, mamá no me llega y soy el hazme reír de mis amigos-, suplicaba, agarrándole el brazo.
- ¡Ay, que niña mujer!, pero para qué quieres más, no me creo que no te pueda llegar, si total os juntáis en el parque y sólo sois capaces de hacer ruido y llenar todo de suciedad-, un intento en vano, pues Eva seguía erre que erre.
- Mamá, por favor, hoy hemos quedado en ir a una discoteca, esa que hay en la calle Dalí, así que anda, dame 20 por lo menos, hay una fiesta del instituto-, siguió medio llorando.
- ¿A una discoteca?
- Sí, ¿algún problema? Pareces nueva.
- ¡Oye, niña! que yo también he sido joven-, sentenció Marisa.
- Pero, ¿me los das o no?.
- Toma tus 20, espero que te lleguen para tirar toda la semana, y aparte toma 10, exclusivamente para que cojas un taxi de regreso. No se te ocurra venir con nadie en moto ni en coche. Eva, por favor, escúchame bien, te coges un taxi y a casa, y que sea pronto-, justo antes de terminar de decir esto, Eva ya había salido por la puerta, con el móvil, el dinero y el carné en la mano, sin un beso de buenas noches y un “no te preocupes”.

María esperaba en la puerta del portal, se había vestido con una pequeña minifalda ajustada, con un top negro sin mangas que dejaba ver las tirillas del sujetador del mismo color; para combatir el intenso frío se puso unas medias a juego y unas botas altas; como abrigo, un plumas largo. Aparentaba menos edad de la que reflejaba su documento de identidad.
Al encontrarse se dieron un par de besos, una sonrisa perversa apareció en ambos rostros.

- Que empiece la noche, gritó Eva. Toma guárdame esto.

Caminaron juntas hasta la zona de bares, donde se encontraron con otro par de amigas; las cuatro fueron recorriendo varios garitos para ver cómo estaba la movida y la cosa les fue gustando, a pesar del frío. A eso de las doce de la noche, entraron en la discoteca.

- Esto cada vez se pone mejor, chicas, mirad qué cantidad de tíos buenos-, dijo María sin quitar ojo a un moreno que bailaba junto a la barra.
- Uhm, ya te digo-, gritó Eva, mientras era arrastrada por la marea humana.

Encontraron un huequito entre la muchedumbre, en la zona de baile. Las dos compañeras se estaban encargando de buscar las bebidas, Eva y María bailaban al ritmo dance.

- Oye María-. Se acercó al oído de su amiga.
- ¿Qué?
- ¿Aquellos no son Nico y Pedro?
- Sí, ¿y qué pasa? Nos podíamos acercar, venga tía. Llévame, acompáñame que tú los conoces.
- Espera por lo menos a las otras dos-, le contestó María.
- No, no aguanto, venga, vamos a echarle morro.

Se fueron acercando, esquivando la gente a base de codazos; ellos bailaban entre un grupo de amigos, no había la presencia de ninguna mujer en el corro. El claustro viril se abrió para dar paso a María, quien, con una elegancia inusitada, desfiló ante los ojos
atónitos de los gallitos.

- Hola, chicos-, dijo, dirigiéndose a sus conocidos.
- Venga ese par de besos, ¡qué bien te veo!-, se adelantó Nico.
- Os apetece bailar con dos chicas sex....
- ¿Cómo no?, ¿quién es ella?-, preguntó Pedro.
- Espera y os presento, ella sí que os conoce de vista, alguna vez os ha visto conmigo y, por supuesto, tiene muchas ganas de conoceros, mirad esta es Eva.

Aparecieron sus dos amigas con las bebidas, uniéndose al grupo una vez presentadas. Tras unos momentos de miradas lascivas, el grupo de chicos se fue disgregando hasta quedarse ellos seis solos.

- María ¿me acompañas al baño?-, le dijo Eva.
- Venga, vamos.

A su vez, Pedro apartó a Nico, alejándose de las otras dos compañeras que bailaban a su aire sin importarles demasiado la presencia masculina.

- Nico, ¿has conseguido tema?
- Hombre ¿con quién te crees que estás hablando?, ¡mira!-, mostró en su mano una pequeñísima cartulina con cuatro dibujos casi inapreciables.
- Asterix, ¿a cuánto?
- 3 euros el cartoncillo, le he pillado cuatro al flipao que está en la puerta, a ver cómo nos sientan y nos responden estas dos que han ido al baño, tío, hoy mojamos seguro, están buenas de cojones.
- ¡Dame uno, que empieza la noche!
- El cuerpo de Cristo, amén-. Nico introdujo un pequeño cartón, depositándolo en la lengua de Pedro, éste lo saboreó, mientras su amigo hacía lo mismo.
- Y a ellas qué, cómo se lo proponemos, sé que María si fuma de vez en cuando algún porrillo, pero no sé si esto le va-, le susurró Nico al oído.
- No te preocupes, ¿esas son sus bebidas, no?, enchúfalas dentro y que el ácido salte por peteneras.

De regreso del baño se reintegraron al baile, eran ya las cinco de la mañana y todavía Eva no se había decidido a coquetear con Nico, le gustaba demasiado y se sentía muy borracha, él pensaría que era una chica fácil si se lanzaba tan rápido. Terminaron las copas, mientras la música iba disminuyendo de volumen. Decidieron ir a tomar la última copa al bar de la estación de trenes.
Nico arrancó el vehículo y puso la música al máximo, a su lado Pedro sacaba del bolsillo un cubata que había cogido en la discoteca. Atrás viajaban dos chicas que reían histéricas. Al salir a la autovía para atajar el camino, el vehículo colisionó con un camión que pretendía salirse hacia el polígono. Un posterior choque contra la mediana, un vuelco y el coche en llamas, un cuerpo salió despedido a través de la ventana, para terminar tendido en el asfalto.
Eduardo se había levantado temprano, lo primero que hizo fue mirar si había llegado Eva. Vio que no estaba. Malhumorado bajó al salón, eran las ocho y media, encendió la televisión mientras tomaba su café. Se le presentaba un domingo duro pues no dejaba de pensar en el futuro de la empresa. Una sintonía que conocía bien sonó retumbando en su cabeza: era el avance informativo de la mañana.

- Buenos días, les avanzamos las noticias que se han ido produciendo en este domingo, 15 de febrero-. Sonó un cambio de música y, entre titulares, oyó: “El líder del partido socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, convoca a un debate televisivo con el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, para debatir las líneas de sus proyectos de gobierno; trágico accidente mortal de tráfico en Guadalajara, en la incorporación de la Autovía A-2 mueren cuatro jóvenes, tres de ellos carbonizados y un cuarto por el grave traumatismo craneal producido, al salir despedido del vehículo; el Real Madrid se juega el liderato en la liga contra un potente Valencia....”

Se quedó pensativo al oír la noticia del accidente, sabía perfectamente cuál era esa incorporación, había transitado miles de veces por ella camino del trabajo; una llamada telefónica le sacó de su abstracción, contestó con cierto recelo.

- Sí....
- Hola, buenos días. Le llamo del Hospital General, ¿es usted el padre de Eva Ramírez Fernández?-, la voz femenina del otro lado del aparato le produjo miedo.
- Sí, sí, soy yo. ¿Qué es lo que pasa, por qué me llaman?
- Mire, señor, siento mucho darle esta noticia: su hija ha tenido un accidente de tráfico, deberían venir por el Hospital cuanto antes...
- ¿Qué, cómo?, no puede ser, dígame...
- Si, por favor, en el hospital le damos más detalles, vengan con cuidado, por favor.

La voz femenina se diluyó, Eduardo no reaccionó, el teléfono se le pegó a la mano, unas lágrimas aparecieron en su rostro, quedó completamente petrificado. Marisa apareció en el salón preocupada, Eva no dormía en su cuarto y alguien había llamado.

- Edu, ¿quién era?, ¿por qué lloras?, Edu dime algo, suelta ya el maldito teléfono.
- Marisa, del hospital...
- Sí, dime, dime qué pasa.
- Eva ha tenido un accidente y me temo lo peor.
- ¡Noooooooo! ¡no puede ser!
- Sí, vístete rápido, tenemos que ir inmediatamente, espero que no sea...
- ¿Qué dices ahora?, dime qué carajos te han dicho...
- Justo antes de la llamada, ¡oh, Dios mío!... han dado la noticia de un accidente en la autovía, y son cuatro jóvenes los...

Antes de acabar la noticia, con lágrimas en sus caras, oyeron perplejos como se cerraba la puerta de entrada; apareció Eva con signos evidentes de una noche alborotada, y en su rostro se reflejaba el miedo a una reprimenda de su padre.

- ¿Qué os pasa, por qué lloráis?, no me digáis nada, lo sé...
- Eva, Eva, hija....

Tras unos instantes de confusión y después de un largo abrazo, Eva contó a sus padres que había pasado estas últimas horas en el rellano de las escaleras, algo le había sentado mal produciéndole pesadillas muy extrañas, aunque se sentía muy despierta; también les dijo que no entró porque tenía miedo a que Eduardo se despertara con sus ruidos, y que lo último que recuerda es cómo se despedía de María en la puerta de la discoteca, un taxi, y su amiga Sara acompañándola hasta casa y nada más. Después de un largo silencio, se llevó las manos a la cara:

- Claro, ya está. Le di mi carné y mi móvil a María, por no llevarlos en la mano, por eso os habrán llamado, ¡oh, que horror!

Rompió a llorar, recordando la imagen de su inseparable amiga.

José Daniel.
14/04/04

miércoles, noviembre 09, 2005

20:35 pm


Dos horas,
y este acero sigue frío,
tan frío
dentro de esta boca que se cierra,

tan frío
que impregna en poesía
sus últimas gotas de resistencia.


José Daniel. De "Despertar incierto".

domingo, noviembre 06, 2005

18:32 pm.



Un abanico de inquietudes
sacude azotes sobre una espalda que carga
centenares de sentimientos acongojados
por el maltrecho pasillo que llega a la estancia.


Allí no estás, no hay nadie,
sólo un retrato en sepia que se diluye,
sólo una fragancia que el tiempo borra,
sólo un terco en el abismo de la locura.

Allí no estás, no hay nada,
sólo un cajón abierto, un revólver,
sólo un reloj que se esconde en sus horas,
sólo yo, sólo un cartucho y muchas dudas.

José Daniel.
De "Despertar Incierto".

jueves, noviembre 03, 2005

miércoles, noviembre 02, 2005

16:45 pm














Perdido
en marañas de siestas inconclusas,
sueño,
y todas las imágenes se mezclan
en almíbares sabores.


Te puedo sentir,
te puedo acariciar,
te puedo oler,
y todo lo que queda de azúcar
se consolida en montañas desiertas;
y todo lo que anhelo se desvanece
porque son recuerdos,
son recuerdos
todos los minutos de este triste sueño.


José Daniel.
De "Despertar incierto".
Imagen: http://findelmundo.com.ar/orquideas/imagenes/callani.gif

miércoles, octubre 26, 2005

La herida no cicatriza




Mañana, cuando de la llaga vuelvan a brotar flujos de una memoria arrepentida, depositaré mi cobardía ante ti.

El pecho se dilatará para recoger
los dardos de odio,
los llantos de despedida,
los insultos de tu voz.

Justo será el desprecio que caiga sobre mi: vulneré tus sueños con falsas promesas; a tus ojos engañé con una máscara de hombre inteligente; en tu vida sembré ilusiones que ahora no puedo cumplir porque no puedo olvidarla...

Soy depósito de nostalgias anteriores, que caminó sin notar tu presencia, adulterando las incógnitas del verdadero amor con frívolas variaciones y semejanzas.

Hubo un tiempo en el que creí que apagarías los rescoldos del pasado, y ahora, antes que el miedo aprese las dudas de vivir para siempre en el veneno del engaño, te dejo, me marcho...


No miraré para atrás,
la vergüenza me vence:

huérfano despreciable,
víctima de otra mujer.


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Texto. José Daniel.
Imagen: Lars Raun.

martes, octubre 25, 2005

14:56 PM



Desmontaría
mis ojos de sus cuencas
para que el salitre no salpicará
el fango que dejaron tus huellas.


Lágrimas, sólo son lágrimas,
pero en las entrañas resurgen tus voces
bajo pupilas que se tuercen con el silencio.
Esta mesa es tan amplia y tan distante
que no consigue sujetar el mínimo trozo de pan
con el que sustento mis días y mis llantos.


“Ven”,
suplico mientras un estilete
juega entre mis dedos,
cubriendo de sangre los cubiertos de plata.


José Daniel.
Del poemario "Despertar incierto".

sábado, octubre 22, 2005

13:30 pM



El día se ahoga
en vómitos enfermos
como dólmenes que cierran
el recinto en el que vivo.



Quizás esas piedras
lleguen a lapidar mi voz;
quizás esas columnas de abandono
sangren por última vez
porque nunca tendré
el roce de tus manos sobre las mías,
ni tu estilo de mirarme
cuando yo no era más que ausencia.


José Daniel
Poema de "Despertar incierto".

miércoles, octubre 19, 2005

10:26 am



Un receso,
se evaporan voces tan cercanas
que siento su nicotina liberarse de mí.
He desconectado
todo a mi alrededor
para que nada ni nadie ose
a interrumpir el juego de las letras.


Undécima carta que te escribo,
te lloro hoy sin esas gotas
que llaman lágrimas,
te llamo hoy sin celos,
sin voz, sin saber por qué te fuiste.
Llueve en el interior de un cuerpo vacío,
llueve y su manto es una celda
donde estoy cautivo.


José Daniel
Poema de "Despertar incierto".

viernes, octubre 14, 2005

Células cancerígenas por Harold Pinter

“Las células cancerígenas son aquellas que han olvidado cómo morir”, enfermera del hospital Royal Marsden

Han olvidado cómo morir
y de ese modo prolongan su vida asesina.

Mi tumor y yo luchamos con todas nuestra fuerzas.
Una doble muerte está, espero, descartada.

Necesito ver la muerte de mi tumor.
Un tumor que ha olvidado la forma de morir
y planea sustituir su muerte por la mía.

Pero yo sí recuerdo cómo se muere.
Aunque todos mis testigos estén muertos.
Y recuerdo que hablaban
de tumores que les volvían
tan ciegos y tan mudos como habían estado
antes de que apareciese la enfermedad
que trajo al tumor.

Es posible que las células negras se sequen y mueran
o tal vez canten alegremente y se salgan con la suya.
Se reproducen tan silenciosamente, día y noche,
que no reparas en ellas, nunca te avisan.

© Harold Pinter, marzo de 2002

Reciente Premio Novel de Literatura.

(
http://www.remiendoteatro.com/Notas/El%20mundo%20-%20Harold%20Pinter.htm )

sábado, octubre 08, 2005

La lluvia como inspiración

"La lluvia como inspiración" es un proyecto que se enmarca dentro del Forum Letras Libres - http://letraslibres.org - del que formo parte activa. En este caso me permito reunir y maquetar los diferentes textos de estos grandes escritores/as. Se trata, por tanto, de unos textos, ya sean poemas o prosas, cuyo eje central es la lluvia.

Os lo podeís descargar desde el siguiente enlace. Éste se ira ampliando según vayan o vayamos remitiendo textos. Saludos... José Daniel.


http://es.geocities.com/closss27/Lluvia.pdf

sábado, octubre 01, 2005

8:33 am



Las calles se abren
mientras los silencios en algarabía
oscurecen rostros de peregrinos con contrato.

Deambulo sabiendo mi destino:
marcar con cincel una vez más,
golpe a golpe, este hierro puntiagudo
que atraviesa de forma perenne mis añoranzas.

Salgo
y los diarios no hablan de ti,
aunque sé, que si te busco entrelíneas,
hallaré un corazón lleno de rencor.

José Daniel.
Poema de "Despertar incierto".

Imagen: Mark Seliger

viernes, septiembre 30, 2005

7:14 am

Tan sólo es un día más…

Renacer ebrio
en las llagas del olvido,
para no confesar en este nublo
caparazón de preguntas,

es el disfraz que escojo para hoy.


José Daniel.
Poema de "Despertar incierto".

En el abismo de los versos

jueves, septiembre 29, 2005

6:23 am

Brama un eco metálico
entre pliegues de telas cansadas.
Debajo, un corazón en lánguido latir,
disimula arañando segundos al amanecer.

Anhelo en los despertares,
-quizás sólo sea una quimera-,
preservar la quietud de una fantasía inédita
mientras me enmaraño entre sus cabellos.

El sonido se repite,
se repite el romper de las horas,
mientras la sangre se aviva
en sinsabores de poemas rotos.

Alguien desliza unas manos frágiles,
fundiendo luces y crepúsculos
entre cipreses que anidan
junto a mi cuerpo desnudo.


José Daniel.
Poema de "Despertar Incierto".

miércoles, septiembre 28, 2005

Noches perturbadas

Deambulo en noches perturbadas, en grises escalas de fados inconclusos que me recuerdan lo que soy: despojo, basura sin contenedor de reciclaje, pues el alma es un cenicero de metal y nadie quiere ver amuralladas sus inquietudes con mis llantos. Este círculo cerrado de soledad avanza agónico por un laberinto de esencias marchitas. No se ve nada, aunque la superficie de la piel esté ornamentada por intensos colores de un cuadro en evolución. Sí, a mi lado crecen esperanzas de un racimo acechado por avispas etéreas a las que no puedo matar, ni siquiera herir de gravedad.

Ese hombre soy yo: enervado y cabizbajo que agoniza según las horas de un podrido reloj que sucumbe en su recorrido parsimonioso y neurasténico; decaído y sutil ante unas imágenes, que por más sonrientes que se presenten, progresan por un abismo de pánico y negación de su propio ego.

Desfilo sin cuadrar las partes de un cuerpo que se atrofia en el pesimismo de unas madrugadas sin magia, en un ataúd sin paredes de terciopelo, sin tierra donde esconder llagas infligidas por un nihilismo que me acorrala. La nada es un paraíso donde se funden mis siete alacranes imprevisibles para llorar según dice el libro sagrado de los caducos.

Caminar se hace tan difícil, que imploro encontrar una línea que marque destinos nacientes y paisajes con castillos de antaño, refugios donde sus almenas sirvan para unos besos clandestinos, aunque, por ahora, sólo mis rezos reposen en esta alfombra de delirios y contrariedades continuas. Sé que debo nacer para combatir miedos y terrores impuestos por la monotonía de unas miradas negociadas. Sé que debo salir de mi propio relato, pero el lápiz se desangra en la confusión de un ayer concluido y un mañana sin presunción de inocencia.

Cerraré los ojos para intentar deshacerme de estas venas corrosivas; descansaré, sabiendo que nada pude hacer, entre bambalinas funestas...

José Daniel.

sábado, septiembre 24, 2005

Las reformas de Juan Refolio


Juan Refolio regresaba todos los viernes a casa, y todos los viernes volvía a experimentar el mismo deseo: partir de nuevo. La soledad le acompañaba en sus constantes viajes; entre las cuatro paredes de nuevos hoteles self-services; en el pequeño habitáculo de su auto, que kilómetro a kilómetro apresaba más sus dudas y sus preguntas. En su casa, este aislamiento se acentuaba, crecía como las venas de su cuello nada más verla. Su esposa, señora de alta alcurnia en la apariencia, era grata y cariñosa durante los dos primeros minutos de recibimiento; luego, más tarde, se convertía en la misma pesadilla que amartillaba sus noches de desvelos, pero Juan Refolio regresaba todos los viernes a casa.

Y fue en un viernes primaveral cuando la historia que sigue dio su comienzo, y fue en un viernes de principios de abril cuando Juan Refolio comenzó su nueva vida…

-¿Quién narices son todos estos? –le preguntó nada más abrir la puerta.
-Albañiles o es qué no lo ves…
-¿Albañiles? -atónito por no saber nada de nada, se apartó para dejarles paso, no sin antes recalcar uno de ellos, que a la mañana siguiente regresarían a las siete y media-. ¿Y qué están haciendo? No sabía que estuviéramos de obra…
-Ya, ya lo sé. No te dije nada porque quería que fuera una sorpresa, pero es que te has adelantado, ¿no venías esta noche?
- Y eso, ¡qué más da! Claro...¿Quién soy yo? Creo que has tenido tiempo suficiente como para decirme esto, aquello y lo otro, ¿no?...Se puede saber, si su majestad lo estima conveniente, ¿de qué reforma se trata? –le inquirió un tanto desconcertado.
-He pensado abrir un sótano con acceso desde la terraza. Quiero una especie de salón para recibir las visitas de mis amigas. Decorarlo de forma rústica, crear, en definitiva, un espacio íntimo donde poder conversar las tardes de los domingos.
-¿Amigas? –le extrañó porque desde que se instalaron en Mérida no le había conocido ningún tipo de relación extramatrimonial.
-Sí, mis amigas…
Habían transcurridos los dos minutos iniciales, los ciento veinte segundos previos para que la casa enmudeciera hasta la tarde del domingo, momento de una nueva despedida insípida y fugaz en la pareja.

Juan Refolio salió a echar un vistazo a la obra, paseaba por la terraza mientras consumía un cigarro envenenado de acritud y malestar por su propia vida, observando los avances de los maestros de la paleta: habían comenzado a escarbar, apuntalando el avance de su ferocidad masculina, mientras él, seguía divagando entre sus penas y unos insólitos pensamientos que le no le dejaron dormir.

La cuadrilla de obreros se presentó con una puntualidad inaudita para lo que se oye de los currantes españoles. Fue Juan Refolio quien abrió. No tardaron en ponerse manos a la obra, trabajaban bien coordinados y muy bien ordenados, cualidades que le causaron una buena impresión. Llevaban, más o menos, dos horas de labor, cuando oyó que los ruidos provenientes de afuera habían cesado.

-Oiga, ¿tiene un minuto? –le preguntó el que parecía ser el cabecilla.
-Sí, dígame –apagó la televisión incorporándose para estar a su altura.
-Mire, voy a serle franco, pero quisiera que no piense mal de nosotros. Lo que le voy a decir es el pan de cada día en esta ciudad, es muy frecuente y por eso se lo digo…
-A ver, dígame, me está impacientando –le dijo con signos de incertidumbre.
-No le voy a engañar…Mire, hemos encontrado restos romanos, pueden ser tumbas, bañeras, habitaciones, puede que sea un mosaico…¿Qué sé yo? Siempre lo mismo, unas cuantas piedras…piedras que por su aparente valía debemos poner en conocimiento de las autoridades, ¿ya sabe, no? Si es que nosotros los sabíamos, pero su mujer se empeñó, y más en esta zona tan cercana al teatro y su parafernalia.
-¿Y? –le espetó.
-Pues nada, que el precio, claro siempre bajo cuerda como quedamos con ella, ha subido. Me comprende, ¿no? En bocas cerradas no entran moscas…

Juan Refolio no se extrañó en absoluto, siempre le había rondado esa idea, pero la casa les gustó por estar céntrica y ser muy acogedora, aún siendo un tanto pequeña.

-Lo comprendo –le expresó-, pero debo consultarlo con la cabeza pensante del asunto, ¿verdad? Déjeme su teléfono y lo llamo cuando tenga buenas nuevas.

Al marchar los invasores, comprobó que eran ciertas las noticias que acababa de escuchar. Vio como emergían una serie de piedras en forma rectangular, volviendo a florecer en círculos concéntricos las perversas ideas de la noche anterior. De regreso, se dirigió a los aposentos de su señora, seguía soñando, quizás con su nuevo espacio, quizás, con otro hombre más a mano. “Duerme, mi amor, duerme” –le susurró, mientras le tapaba la boca y nariz con un pañuelo.

Las horas siguientes las dedicó a profundizar en los hallazgos de los albañiles. Sudaba, más por lo que acababa de conseguir: la libertad, que por los remordimientos. Estos no hicieron aparición en ningún momento. Le costó terminar el agujero: sus manos no estaban acostumbradas al pico y a la pala, pero el deseo de aplacar las voces que continuamente le machacaban, era superior a todo el dolor. Ya de noche, iluminó la estancia con dos linternas, trasladando el cuerpo inerte hasta la fosa romana. “Descansa en paz, mi bella amada” –pensó.

-Sí, no se preocupe, el dinero ningún problema…todo arreglado, en esas quedamos. Mañana tapan el agujero y aquí santas pascuas, ¿verdad? –le explicó mientras se secaba dos gotas de sudor, aliviando su ansiedad.

A la hora concertada, los operarios comenzaron a cerrar lo abierto: el sótano y sus bocas, siendo esto último, una faena más placentera por el jugoso fajo de dinero que Juan Refolio les entregó en mano. Al terminar, acudió a la agencia de viajes a recoger el billete de avión con destino a la selva amazónica, pasando de paso por las playas brasileñas. “Este viernes no regresaré a casa” –se dijo.
“Los arqueólogos están investigando los orígenes de los restos, entre ellos cabe citar, el cuerpo de lo que parece ser una dama. Puedo afirmar que nos encontramos ante un descubrimiento importante, pero dejemos hablar al carbono catorce y a los expertos...” –decía el Consejero de Turismo del Ayuntamiento, mientras todas las cámaras y micrófonos se dirigían hacia sus palabras-. “Sí, sí, al final todos los propietarios han aceptado la oferta ofrecida por esta Consejería, ningún contratiempo aparte de los cuarenta y cinco años que lleva el Ayuntamiento por hacerse de esos terrenos...Por supuesto, la Travesía de la Mártir Santa Eulalia se integrará en el conjunto histórico de Mérida, y se abrirá al público en un futuro no muy lejano...” –concluía el político, mientras Juan Refolio, declarado fallecido a efectos legales, cambiaba el canal internacional por uno de clases de samba.
José Daniel

sábado, julio 23, 2005

Despertar incierto

Ya puedes descargarte mi pequeño poemario "Despertar incierto", pulsa el siguiente link:

http://es.geocities.com/jd_palma/Despertar_incierto.pdf

Espero que sea de su agrado, estando abierto a todo tipo de comentarios e insultos; todos serán aceptados...

jdpalma@terra.es

viernes, julio 22, 2005

Sus ojos, su voz

Sus ojos, aunque ciegos, veían lo que nadie quería ver. Su voz, aunque muda, narraba lo que nadie quería predicar...El secuestro de la emisora duró lo que dura un salto al vacío desde un cuarto piso.
José Daniel

Palos de ciego

Antes de morir me dijo que sí veía, pero que era tanta la suciedad que a la sociedad engrasaba, que decidió hacerse el ciego hasta que sus poemas fueran publicados.
José Daniel

Retó al Señor Creador

La Muerte le vino a visitar al séptimo día de despertar, retándolo a una última partida de ajedrez con dos condiciones: “Si tú ganas, no habrá más sufrimiento en este tangible mundo, pero sí por el contrario venzo yo, vivirás para siempre, abrazando tus dolores en credos y salmos dispares...”.

Un movimiento para jaque mate; un despliegue de alfiles para acabar el juego de blancas y negras, pero mientras pensaba las ventajas y desventajas de vencer la partida, la gente y sus sub-dominios mueren a su alrededor.

La Muerte le vino a visitar, dejando frente al tablero a un súbdito suyo, mientras que ella recorre el mundo en pateras siniestras porque sabe que la partida nunca acabará...

José Daniel

sábado, junio 18, 2005

En fuga perpetua

Cuando atropellé a aquel individuo no pude hacer otra cosa que acelerar por el angosto camino. Han pasado muchos años y sigo acelerando por esta senda sin destino. No hay nada ni nadie en sus márgenes, pero sé que detrás de mí vienen cientos de animales con tres cabezas y un pastor que incesantemente me llama para pedirme explicaciones. Sigo adelante intentando no mirar por el espejo retrovisor, aunque es ardua tarea porque sus murmullos y alaridos me están atrapando.

José Daniel.

domingo, junio 12, 2005

Equilibrar el tiempo

Necesitaba más tiempo, mucho más. Preparar el selectivo con todas las garantías de éxito me vinculaba a estar sentado delante de los apuntes durante mucho más tiempo, y yo estaba enamorado, nervioso, interiormente ido. Necesita más tiempo, mucho más...

La prueba se suspendió durante tres semanas, faltaba el Tribunal y nadie sabía de su paradero. Fue un error de precisión, un error en el cálculo del tiempo el que me delató, quedándome a las puertas de todo, quebrantando mis ansías de una conquista, mis ganas de acceder al sueño de mi vida: la abogacía. Ellos murieron bajo mi guadaña, ella desapareció...

Ha pasado tiempo, mucho tiempo, y desde esta ventana cerrada contemplo que tengo más que suficiente. Me sobra tiempo, ahora lo tengo, es mío, mientras espero la llegada de los profesores de la Universidad Nacional a Distancia para terminar la última asignatura, y quizás, de paso, entregar la matrícula para una segunda carrera: mi libertad.
Texto: José Daniel

sábado, junio 11, 2005

Me ensucian



Me ensucian
y lastiman unas manos
marcadas con el llanto inagotable
de unos besos
equivocados en ilusiones.

Tan cerca
existes, que el precinto
que aguanta nuestra distancia
es un hilo, un fleco
con aguijones de miel
en el paraíso de la araña:
sábanas hilvanadas, casimir que segrega
aromas impuros, briznas
con alacrán ebrio de dolor,
ojos que se abrazan al sueño de verte,
verte desnuda
cuajando versos sobre mi pecho
como antaño cuando el sol no existía.


Me deshonran
y vulneran pensamientos impropios
para el fin de esta alianza
que aprisiona mi dedo
y estrangula mi esencia.


No soy capaz

de liberar
un cuerpo,

mi cuerpo,

en prisión
hipócrita por una herencia
que quizás nunca vea.


Es tan frío
el cañón del revólver
que nos despediremos con un abrazo
mientras gire el tambor
de la suerte.

José Daniel
Mayo-05

jueves, mayo 26, 2005

Iluso el cambiar


Desembalar
las partes de este cuerpo
inerte, cansando, sin voz
para recitar un poema cuando lloro.

Empaquetar y cerrar
las partes de tu oleo
que quedaron esparcidas
entre los aromas de una fuga infiel.

Iluso el cambiar
carne de barro original
por látex de nostalgias,
pero aún así, te recuerdo
entre mis sábanas de finas lanzas.

Texto: José Daniel

Imagen: Andreas Ender

jueves, mayo 19, 2005

Instantánea

Nos enfrentamos en esta tierra de lagartos
como dos peces que agonizan un final,
un réquiem de signos en el gris de pinceles
que expiran un lento decrepitar y alguna admiración
ante los pasos del viandante confuso.

Seguimos siendo dos ojos mordaces
para el angosto recuerdo de un artista independiente,
sabemos poco o nada de nuestra muerte, poco o nada,
aunque la noche siempre es fría y el silencio
acumule ansías de argollas y cáncamos.

Hoy hemos retado los párpados de pájaros negros
por el corredor de vecinas aristas intangibles,
y sus diafragmas no han percibido que nos sumergimos
mientras intentamos salir de estas luces y sombras
bajo el disfraz de aplausos que duraran junto al polvo del desván.

(Si se desploman todas las paredes del mundo, seremos libres...)

José Daniel.

martes, mayo 03, 2005

Así él, así ella


Sobre el lecho descansa una voz sombría,
unos ojos cubiertos de cólera implorando carnaval,
un espíritu con cardenales etéreos y secuelas de rojo tinto
junto con un estilete que empuña a cada anochecer.

En el reflejo de lunas hirientes una oración reposa
implorando futuras permutaciones o una red descosida
por la que liberar crisálidas de sangre en la fragua
de una habitación desinfectada de amor que muere en silencio.

Es el mundo que se cierra bajo un eje de fuerza,
un pacto con firmas unilaterales de posesión
y desprendimientos de retinas mientras los espejos
se vician entre silbidos de tabaco y tormentas de voces.

Al amparo de la noche dormitan unos senos olvidados,
unos lienzos de carmín que desfilan entre credos inconclusos
por el zaguán de una casa deshilvanada por el horror,
asaltos y quemaduras perennes hierven mientras él niega vómitos libertinos.

Texto: José Daniel
Imagen: Georg Suturin

martes, abril 26, 2005

Descender

Es la violencia de la noche un reflejo del calendario
donde se hunden galeones que se pierden
por los vértices de papiros de estraza y azúcar.

Es el fuego del relámpago un estilete de fina agonía,
un sinfín de penas donde tus ojos se incineran en el abismo,
una exigencia de sal con jirones de metralla al eco de su voz.

Desciendes mientras viejos barcos de papel arden sin llama.

Texto: José Daniel
Imagen: Foro Sensibilidades

sábado, abril 23, 2005

Ayer solicité tu ayuda

Ayer aposté dos vírgenes a la carta más alta, desprendiendo los cerrojos residentes en un corazón vomitado, olvidando la timidez que emerge cada vez que tus senos empañan mi mirada. Cerré una puerta para dejar otra abierta; otra que quizás nunca cruces por miedo a separar las piedras del barranco que dificultan la insalubre vida.

Vencer al naufragio para llegar a la cúspide de un sentimiento, donde te espero para lanzarnos al abismo del cieno envenenado, donde te aguardo para asaltar la puta vida por dos flancos, fue la oferta que te hice mientras rompía, por si acaso, mi cabeza contra el aire que venía dando fuerte. Me pediste tiempo para pensar, espacio para ubicar los ojos de un enfermo dentro de tus estaciones, pero no tardes mucho, el vaso me mira y siempre me acecha.
Tiempo te di, tiempo te doy, y, mientras tanto, deshago un equipaje de flores y burdeles, abandonando lustros de lunas y botellas contagiadas del sabor seco del aguardiente, que han hecho de mí un equilibrista de eses esquivas, trazadas al compás de una cuerda de hilachos pendencieros. Y yo, mientras tanto, juego a lanzar anzuelos en la pecera de metal en donde quedan, por ahora, mis sueños.
Ayer te dije que asociáramos nuestras manos, aunque, por ahora, sólo te puedo ofrecer un manojo de callos y grietas profundas de una oscuridad que nunca deseé; un trofeo que no sirve para nada, y que, por tanto, guardo para enseñar a las nuevas generaciones de ídolos y fantasmas, para mostrar la derrota dentro de la infértil victoria de luces y madrugadas. Fui noche a la deriva y tabaco engrilletado, pero ayer te rogué que me iniciaras de nuevo en el sentir de los soles y en los azules y verdes de primaveras que hace siglos no veo.
Solicité tu ayuda, ayer pedí tu amparo. El tiempo avanza, corre tan deprisa que me alcanza, y se acerca la noche y se acercan los tambores que me llaman, y quizás me pierda, y quizás vuelva a dormir la sal que cierra mis labios, y te pido que vengas, te acerques, me llames, me beses y me saques de este infierno que se parece tanto a un trago amargo. Dime, dime algo que supure el llanto de mi conciencia, porque nunca se calla, y siempre está tan cerca que me dificulta estar sin ella.
Ayer quebré con agujas de sinceridad el hábito de un cuerpo desperdiciado; ayer levanté por primera vez la mano, para que alguien como tú me guíe con besos de seda y látigos de firmeza. No lo olvides, aunque sé que quieres tiempo que no tengo…

José Daniel.

domingo, abril 10, 2005

Deseo


Deseo

transparente
energía de azules edificios,
conspiración
del sentimiento contrariado
al querer y no poderte sentir.

Deseo

deshacer
negros campos yermos
en rojos almíbares
junto a la costa
y su arena jamás pisada.

Deseo

perturbar
verdes vientos de sal
que caen en mi almohadón
las noches de quiebros
cuajados en soledad.

Deseo, arcoiris que nunca llegas...

José Daniel.

viernes, abril 08, 2005

Inconciencia reclusa

Las lágrimas

nunca recorrieron mis mejillas,

flotaron en mi ventana

a la deriva, sin rumbo,

como el último barco de papel

arrojado entre tus pechos

desnudos en la mar, mientras se hundían,

para siempre,

nuestros días.


Ahora, tú,

libertad que me arrastras a las arenas,

a la inconciencia reclusa

del recuerdo,



donde los días

que buscas no encuentras,

donde los ojos

que ves no son los que ves,

allá,

donde el hombre

que visteis desolado no es libre

porque es el que llora


al abrir esta ventana con barrotes de castigo

por no haberme hundido con ella.



Texto: José Daniel.
Imagen 1: Zoe Wiseman.
Imagen 2: Yuri Bonder.

jueves, abril 07, 2005

Aldea Poética III. Haiku


Aldea Poética III. Haiku
Antología


© Opera Prima 2005


81 poetas experimentan el vértigo de lo breve
Felipe Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca, Andrés Neuman, Luis Antonio de Villena, Elena Medel, Jorge Riechmann, Jesús Munárriz... (José Daniel, también...)


Autores consagrados y jóvenes promesas de la poesía recogen el testigo de Aldea Poética, el proyecto lírico más audaz de Opera Prima.

Desde aquel recital del 97 en el madrileño barrio de Lavapiés hasta la fecha son innumerables los poetas que refundan este espacio sin jurisdicción propia con cada nueva antología.

Aldea Poética III propone esta vez una antología de haikus inéditos, esos brevísimos poemas de tradición japonesa que conjugan atemporalidad, belleza y concisión.

A ritmo de cinco siete cinco, los poetas aquí congregados juegan con las posibilidades infinitas que ofrece el haiku, respetando en ocasiones la simplicidad de la observación directa de la realidad —propia de los maestros japoneses—, transgrediendo en otras sus motivos clásicos porque, como dice H.G Henderson, «en manos de un maestro, el haiku puede ser la esencia concentrada de la poesía pura».

Bosteza el agua
en los remansos quietos
de los marjales.


Ya tengo puestas
las cosas de morir
pero no hay prisa.

Killed haiku
Lo débil atrae para matarlo.
Extraña ley. Extraño lugar.

Aire de paz,
espuma en los tobillos.
Pescamos poco.


¿Qué es un haiku?
Según Basho:
«Es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento»


PARA SABER MÁS
Si estás interesado en reseñar el libro, en entrevistar a alguno de los autores o recibir un ejemplar, por favor, ponte en contacto con nosotros.


Editorial Opera Prima
Pza. Santa Catalina de los Donados, nº3, 3,º -3. 28013 Madrid
Tel: 91 559 74 50/91 542 53 92. Fax: 91 559 26 28
www.operaprima.es

martes, abril 05, 2005

El último viaje de Krip

Krip se estaba ahogando en su propio vómito. Tendido en el suelo, junto al cáptulo de la última mezquita, observaba con ojos prajulinos al óremi rezar sus oraciones sin comprender en que fase del viaje se encontraba.
A su lado, un fusilante marine le apuntaba directamente a la cabeza. <<¿Dónde has escondido el vincuhilar de gases tóxicos y su minier?>>, le preguntaba en un perfecto inglés chicano...
La matanza no guardó proporción ni se ajustó a los derechos humanos, pero qué más daba, a quién le iba a importar si tampoco habían firmado el Protocolo de Kyoto...
José Daniel
Nota: La relación de palabras que a continuación leerás, no figurán en ningún diccionario ni semejante parecido. Todo se basa en juegos al azar...
Fusilante- minier- cáptulo- vincuhilar- prajulino- óremi- Krip

sábado, abril 02, 2005

El reportero y el hurón

Con su cámara a cuesta y su pequeño hurón, lo había visto todo, o al menos eso creía. Había asistido a las guerras más cruentas, a las revoluciones más impetuosas, a los desastres naturales más devastadores, a pactos políticos inimaginables, a caídas de imperios ancestrales y subidas al poder de gente, más o menos, corriente, pero siempre quedó al margen imperturbable, grabando las escenas sin que su piel se erizara; inmortalizando esas instantáneas para otros ojos. Los suyos quedaban fijos y vacíos...
Un día, su pequeño hurón, le preguntó:

- ¿No echas de menos a tu familia y a tu entorno?

Fríamente le contestó que no, que en su trabajo había conquistado su paz interior ,y que por muchas bombas que cayeran o mucha sangre se derramará, él era feliz.

- ¿Y no le temes a la muerte?- continuó interrogándole.
- No, por supuesto que no.
- ¿Qué te falta en la vida?
- Lo tengo todo: mi cámara, mi libertad, mi paz, mi reino, el amor que sé que me espera, te tengo a ti...

Pasaron años, guerras, huracanes, maremotos, aviones y torres derruidas, persecuciones mundiales... hasta que una mina oculta en un camino perdido del desconocido Mozambique, le sesgó los dos brazos, debiendo regresar a su casa. El tiempo de reportero eficaz y valiente quebró, volviendo a la cruda realidad de los días monótonos y aburridos en compañía de los suyos. El hurón, quien había salido ileso del accidente, le preguntó:

- ¿Qué te pasa, qué echas en falta?
- Mi cámara, mi tercer ojo. El espacio y el tiempo...
- ¿Eres feliz?
- Sí, supongo que sí.
- ¿Y no le temes a la muerte?
- Ahora que la veo tan cerca, sí... Se muere mi espíritu, lentamente, entre tantas envidias y codicias, entre tantas tentaciones y pasiones que cada día me son más difíciles rechazar...
- ¿Y por qué no marchamos?
- No, eso nunca. ¡Márchate tú! Tú que aún eres libre...

José Daniel.

jueves, marzo 31, 2005

miércoles, marzo 30, 2005

Condena


Una mano con líneas de envidia,
un rostro que me observa en el espejo,
una boca de insultos, una espalda
para los azotes de los pasos,
ese, ahora, soy yo.

Caminaré
y seguiré anotando melancolías
entre las paredes que me ahogan.

Esperar un cielo que caiga
no es cuestión de tiempo
ni de espacios ocultos,
tampoco ocultar el tiempo
ni el espacio en cuestión.

Las naves son submarinos
de terror y noticias envueltas:
muertos, dinero, niños, ordenadores,
justicias, injusticias, mentiras,
y más mentiras.

Continuaré anotando falsedades
entre las páginas de este diario
convertido en cenizas,
viva imagen de la tierra.

No doy para más, ni por amar
ni por soñar, estarás.

Recorreré los burdeles de diamantes,
las oficinas y los claustros de la locura,
los estancos de sabores perennes,
y las comisarías de azules palizas.

Vente, vente y acompáñame,
a cada cuatro pasos una salve
por nuestro penúltimo doctorado:
aprender a vivir es sentir la muerte
cerca, tan cerca que no sepas
si tus ojos se cierran para nunca más
abrir la despensa del dolor y la humillación.

Cerraré este poema con un llanto,
pero antes moriré a la deriva
del humo del tabaco negro
impregnado en la firma de la sentencia.

(Condenado a vivir entre tus prójimos)


José Daniel.

jueves, marzo 24, 2005

Todo es una quimera

Volarán hacia esa luz cegadora, mis sueños rotos; recorrerán los eclipses más lejanos, mis pies descalzos; descansarán con luciérnagas amigas, mis venas rojas; pujarán por mi timidez desnuda, mis ojos súplicas...

Todo es una quimera,
oculta en esta playa mágica
de arenas movedizas que quema
obsesionando mis pasos despojados,

enturbiando el destino marcado en mis uñas:
salpicaduras de brasas invisibles que penetran,

unos pies descalzos
náufragos en la tierra,
amantes de luces y sombras,

quiebran
una
imagen
maestra
enmudeciendo
rápido
al poeta


José Daniel.

jueves, marzo 17, 2005

Retrato en sepia

Voy
a retratar en sepia
tu imagen de agosto
hirviente,
tu estela cálida
y exótica
como murallas sin límites;
Voy
a plasmar en espectros
marrones esa instántanea
que ahorca en madrugadas
mi sexo renacido
entre tinieblas que corren
por el album de imágenes
abierto la primera noche
que fuimos unión.


José Daniel.

miércoles, marzo 16, 2005

Nos inunda (a dos voces)



Nos inunda
una voz supuesta
en el recorrer de nuestros pasos
que giran, se acaloran, danzan
al compás, y tan cerca
miradas
mientras pronuncian un discurso leve:
silenciosas melodías para acompañar
una noche que se abre de par en par
como dos labios que devoran
los alientos de otras vidas.

Do re mi re mi sol
en las venas del alma
danzando este momento
entre los pasos
de este baile
singular
estallando insomne
en pluralidad de estrellas


Do re mi re mi sol
en el aire lascivo del cuerpo,
bailando a través de la noche
entre los besos y caricias
del tango jamás bailado
tan cerca, tan vibrante
entre aplausos soñando
otros lugares en singulares viajes.

Melodanza
de la sangre en ochava
que sesga etérica
la cadencia sensual
acortando distancias

do re mi re mi sol
soledad de dos cuerpos
estrangulados al viento
en una sola sombra


Y la música avanza
en interiores que llaman al deseo
que explota en exteriores símbolos
entre guiños y señales
para que nunca acabe.

Do re mi re mi sol
cadencia en el ritmo uniforme,
rojo pasión en el vestido
que caerá sobre el suelo
extasiado
sobre la noche semifusa
erizando deseos y latidos
sobre lenguas de fuego
que desgranan notas
como peces

y el misterio
el misterio de encontrarse
en un acorde coagulado
buscando bocas como sedientos
atrincherados en la sombra


(quizás la música se apague en vuestros corazones,
en los nuestros, no)


José Daniel&Lamabe

martes, marzo 15, 2005

Noches (Haikus)

Sitia la noche
insomnios y desmayos,
blancas las sábanas.

Incrusta barros,
metales y heridas,
el aislamiento.

Tinieblas, ojos,
ojos semicerrados
abren nostalgias.

Volverán luces,
licántropos románticos
de madrugada.

Noches, amores
rotos y oscuridades,
sólo los grillos.
José Daniel

Sorpresa


Empezó a sudar, a sentir escalofríos por todo su cuerpo. Comprobó que comenzaba a tartamudear en sus pensamientos. En esos momentos su cara más bien se parecería a un tomate o una sandía de verano. Llevaba siete años casados y, nunca antes, había decidido darle una sorpresa de cumpleaños a su esposa.
- Sí, por favor, quisiera ese conjunto que tienen en el escaparate-, por fin rompió, diciendo lo anterior de carrerilla.
- ¿El conjunto negro?-, contestó una dependienta que seguramente no había llegado a la edad núbil.
- Sí, sí. El negro.
- Pero, ¿qué talla?
- ¿Qué?...
- La talla.
- ¡Ah...! La noventa y cinco, creo.
Salió rápidamente del establecimiento sin comprobar ni siquiera el ticket, dirigiéndose a continuación a su domicilio. Había sido todo un trance, pero ya lo tenía. Sabía perfectamente que por la mañana ella no estaría. Su agenda era completa: clase de aeróbic, café con sus amigas, gestiones varias. Él había solicitado un par de horas libres para asuntos propios y se dispuso a darle una buena sorpresa a su mujer. Nunca antes, nunca jamás, había procedido de tal manera. Colocó el conjunto encima de la cama marital. Notó que su cuerpo se estremecía. Estaba completamente excitado con la simple presencia de las prendas: un sujetador bordado a encaje con una bella flor en el centro, unas braguitas pequeñas que dejaban pinceladas para soñar acontecimientos venideros. Salió contento, deseando volver cuanto antes a casa. “¿Qué cara pondrá cuando vea el detalle?”, pensó.
Pasó el resto de la mañana. Comió en el restaurante de siempre, en la misma mesa de siempre, en la soledad de siempre. Caviló durante toda la jornada acerca de la noche que les esperaba. Siete años de monotonía por su parte, cierta indiferencia por la de ella. Era el momento de comenzar nuevas aventuras, nuevas experiencias y tenían que empezar esa misma noche proponiendo juegos y perversiones diversas. No lo dudó porque su cabeza iba a estallar. No aguantó a que llegarán las ocho. Fingiendo una subida de temperatura, cosa que por otro lado no lo había abandonado desde su salida de la tienda de lencería, habló con el responsable de la oficina:
- No me encuentro bien-, le dijo.
- Bueno, venga. Menudo día llevas, ¡anda márchate!
Caminó raudo hacia su vehículo. Lo puso en marcha. Los semáforos eran obstáculos en sus pensamientos lascivos; los peatones que cruzaban, sin atender las indicaciones viales, eran puntos negros en el discurrir de sus ideas libidinosas. Los maldijo una y otra vez.
Llegó a las seis, dos horas y media antes de lo habitual. Abrió la puerta, avanzó con firmeza, pero sólo llegaban a él ciertos jadeos y suspiros procedentes de su habitación. Al llegar, ella vestía el conjunto sorpresa por el día de su cumpleaños; el otro, acariciaba todo su cuerpo como nunca él fue capaz.
No dijo nada. Salió, igual de veloz, al balcón. Necesitaba aire, mucho aire antes de caer sobre el acerado de la infidelidad.

José Daniel.

sábado, marzo 12, 2005

Para soportar


Para soportar el hierro candente de la pasión
tendríamos que darnos un minuto mágico más,
para vibrar en la cúspide del orgasmo final
tendríamos que embriagarnos con alevosía .

Para narrar nuestras quimeras erotilascivas
tendríamos que taponar la primitiva moral ,
para nadar en el juego del amor pervertidos
tendríamos que vacilar entre el tú y el yo.

Para llegar y repetir el llegar extasiados
tendríamos que bautizarnos con fluidos sacros,
para no mirar nunca atrás y avergonzarnos
tendríamos que superar nuestras desconfianzas.

Para analizar los días sin sexo natural
tendríamos que vendarnos los ojos y los dedos,
para terminar con amor y plena necesidad
tendríamos que satisfacer el tiempo de celo.

(Para todo esto del amor y el sexo, sólo tu y yo)

José Daniel


Charles Bukowski

No puedes escribir una historia de amor. Charles Bukowski

Margie iba a salir con este tío pero cuando salían el tío se encontró con otro tío vestido con un abrigo de cuero y el tío del abrigo de cuero abrió el abrigo de cuero y le enseñó al otro tío sus tetas y el otro tío se dirigió a Margie y le dijo que no podía mantener su cita porque el tío del abrigo de cuero le había enseñado las tetas y tenía que ir a follarse a ese tío. Así que Margie se fue a ver a Carl. Carl estaba en su casa, y Margie se sentó y le dijo:

-Este tío iba a llevarme a la terraza de un café, íbamos a beber algo de vino y a hablar, sólo beber vino y hablar, nada más, pero en el camino este tío se encontró a otro tío con un abrigo de cuero, y el tío del abrigo de cuero le enseñó sus tetas al otro tío y ahora este tío se ha ido a follar con el tío del abrigo de cuero, así que me quedé sin mesa, sin vino y sin charla.
-No puedo escribir nada -dijo Carl-. He perdido la inspiración.
Entonces se levantó y se fue al baño, cerró la puerta, y se puso a cagar. Carl echaba cuatro o cinco cagadas al día. No tenía otra cosa que hacer. Se bañaba cuatro o cinco veces al día. No tenía otra cosa que hacer. Se emborrachaba por la misma razón.
Margie oyó el ruido de la cadena del retrete. Carl salió.
-Ocurre simplemente que un hombre no puede escribir ocho horas al día. Ni siquiera puede escribir todos los días, ni todas las semanas. Agota su mente, es una desesperación fija. Ahora no puedo hacer otra cosa que esperar.
Carl se fue hacia el frigorífico y salió con un paquete de seis cervezas. Abrió un botellín.
-Soy el escritor más grande del mundo -dijo-. ¿Sabes lo difícil que resulta?

Margie no contestó.

-Puedo sentir cómo el dolor se arrastra por todo mi ser. Igual que una segunda piel. Me gustaría poder cambiar de piel como las serpientes.
-Bueno, ¿por qué no te revuelcas en la alfombra y tratas de desprendértela?
-Escucha -preguntó él-. ¿Dónde te conocí?
-En la tienda de legumbres de Barney.
-Bueno, eso lo explica un poco. Tómate una cerveza.
Carl abrió una botella y se la pasó.

-Ya -dijo Margie-, ya sé. Necesitas tu soledad. Necesitas estar solo. Excepto cuando necesitas algo, excepto cuando cortamos de una vez y entonces te sientes perdido y en seguida te pones a llamar por teléfono diciéndome que me necesitas, que te estás muriendo de la resaca. Eres débil y te rajas rápido.
-Sí, me debilito rápido.
-Y eres tan estúpido conmigo, nunca te pones caliente. Vosotros los escritores sois tan... delicados... No podéis soportar a la gente. La humanidad hiede, ¿cierto?
-Cierto.
-Pero cada vez que cortamos empiezas a dar fiestas gigantescas de cuatro días. Y de repente te vuelves ingenioso. ¡Empiezas a hablar! De repente estás lleno de vida, hablando, bailando, cantando. Bailas en la mesita de café, lanzas botellas por la ventana, interpretas fragmentos de Shakespeare. De repente estás vivo, cuando yo me voy. ¡Oh, me han contado cosas acerca de esto!
-No me gustan las fiestas. Me disgusta especialmente la gente en las fiestas.
-Pues para ser un tío al que no le gustan las fiestas, celebras unas cuantas.
-Escucha, Margie, no entiendes. Ya no puedo escribir. Estoy acabado. En algún lugar torcí el rumbo. En algún lugar morí en medio de la noche.
-De la única manera en que te vas a morir es de una de tus monumentales resacas.
-Jeffers dijo que incluso los hombre más fuertes pueden quedar atrapados.
-¿Quién fue Jeffers?
-Fue el tío que convirtió el Gran Sur en una trampa para turistas.
-¿Qué vas a hacer esta noche?
-Iba a irme a escuchar las canciones de Rachmaminoff.
-¿Quién es ese?
-Un ruso muerto.
-Mírate. Te quedas ahí sentado como un idiota.
-Estoy esperando. Algunos tíos aguardan dos años. A veces la inspiración no vuelve nunca.
-Supón que no te vuelve nunca.
-Entonces me pondría mis zapatos y bajaría andando por Main Street.
-¿Por qué no te buscas un trabajo decente?
-No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto.
-¡Oh, vamos, Carl! Hay millones de personas en el mundo que no trabajan en la creación. ¿Quieres decir que están muertas?
-Sí.
-¿Y tú tienes alma? ¿Eres de los pocos con alma?
-Podría decirse que sí.
-¡Podría decirse que sí! ¡Tú y tu miserable maquinita de escribir! ¡Tú y tus cheques enanos! ¡Mi abuela gana más dinero que tú!

Carl abrió otra botella de cerveza.

-¡Cerveza! ¡Cerveza! ¡Tú y tu condenada cerveza! Está presente incluso en tus historias: «Marty cogió su cerveza. Al levantar su mirada, vio a una magnífica rubia entrar en el bar y sentarse a su lado...» Tienes razón. Estás acabado. Te material es limitado, muy limitado. No puedes escribir una historia de amor, ni siquiera puedes escribir una decente historia de amor.
-Tienes razón, Margie.
-Si un hombre no puede escribir una historia de amor, es un inútil.
-¿Cuántas has escrito tú?
-Yo no pretendo ser escritora.
-Pero -dijo Carl-, pareces tomar una pose de estúpido crítico literario.

Margie se fue pronto después de eso. Carl se sentó y bebió el resto de las cervezas. Era verdad, la literatura le había abandonado. Esto haría felices a sus enemigos de las catacumbas. Podrían subir un jodido escalón. La muerte les complacía, tanto a subterráneos como a escritores con éxito. Recordaba a Endicott, sentado allí y diciendo: «Bueno, Hemingway se fue, Dos Passos se fue, Patchen se fue, Pound se fue, Berryman se tiró desde un puente, todos muertos... Las cosas cada vez están mejor y mejor y mejor».
Sonó el teléfono. Carl lo cogió.

-¿Señor Gantling?
-¿Sí? -contestó.
-Quisiéramos saber si a usted le gustaría venir a dar una lectura en el Fairmont College.
-Bueno, sí. ¿Para qué fecha?
-El treinta del mes próximo.
-No creo tener nada que hacer para entonces.
-Nuestra paga usual son cien dólares.
-Me suelen dar ciento cincuenta. Ginsberg cobra mil.
-Pero es Ginsberg. Sólo podemos ofrecerle cien dólares.
-De acuerdo.
-Muy bien, señor Gantling. Le mandaremos los detalles.
-Qué me dice del viaje? Son varias horas de carretera.
-De acuerdo, veinticinco dólares por el viaje.
-O.K.
-¿Le gustaría hablar a los estudiantes en sus clases?
-No.
-Hay un almuerzo gratis.
-Entonces sí.
-Muy bien señor Gantling, estaremos por el campus esperándole.
-Adiós.
Carl dio una vueltas por la habitación. Miró la máquina de escribir. Puso una cuartilla de papel en el rodillo, se asomó a la ventana y vio pasar a una chica con una minifalda increíblemente corta. Empezó a escribir.
«Margie iba a salir con este tío pero en el camino este tío se encontró con otro tío vestido con un abrigo de cuero y el tío del abrigo de cuero abrió el abrigo de cuero y le enseñó al otro tío sus tetas y el otro tío se dirigió a Margie y le dijo que no podía mantener su cita porque el tío del abrigo de cuero le había enseñado sus tetas...»
Carl cogió su cerveza. Era agradable volver a escribir de nuevo.
Charles Bukowski.

viernes, marzo 11, 2005

Llevo impregnado tu olor.

Llevo impregnado tu olor
en un imagen
nítida de recuerdo
-dormíamos los dos-
A veces revira
en el presente
perpetuando el encuentro
-dos amantes bajo el fuego-
Ese aroma virgen
derrochado sin nada a cambio
en un instante mágico
-¿qué frívolo el tiempo?-

Te persigo suspirando
y tu ausencia
convierte el mundo en abstracto.

José Daniel.