domingo, enero 30, 2005

Pétalos siniestros

Imagen: Santiago Oreja
Hay
porcelana
pintada en tu cintura
con barniz
lascivo del lejano oriente...
Hay
trazos y diagramas
de sexo conjunto en tu piel
como huracanes de viento
y orgasmos que se disfrazan
como si cayeran
p
é
t
a
l
o
siniestros.

José Daniel.

sábado, enero 29, 2005

El columpio

No sabía como había llegado al viejo parque que le vio crecer, al rincón de tantas historias de amor, de tantos juegos prohibidos, de tantas anécdotas sin contar, de tantos secretos de niño guardados a cal y canto por sus compañeros.

Había caminado sin rumbo desde la estación de Atocha. La ciudad seguía sucia y gris, invadida por ruidos y automóviles, llena de gente con prisa y cara de pocos amigos.

Andaba cabizbajo e inmerso en unos pensamientos abstractos, encendiendo un cigarrillo tras otro hasta llegar a ese santuario por alguna misteriosa fuerza o designio del destino. Observó, absorto e inquieto, cómo una mujer balanceaba a una niña en el columpio. Se acercó. Sus ojos quedaron fijos en la escena al descubrir que dicha mujer era su amiga del alma, aquella que llegó a ser su novia, esa que había ocupado todo el espacio de sus recuerdos tras su marcha obligada de la ciudad cinco años atrás, debido al traslado forzoso de su padre a Ceuta.


Así quedaron sus dieciocho años de diversión, sus amigos de la infancia y pubertad, sus ilusiones de estudiar psicología en la Complutense, sus esperanzas de futuro. Pero, por mas que lo intentó, el brazo ejecutor militar de su padre pudo mas que verse mendigo en la gran ciudad.
Y allí estaba, Martha. Tan bella, tan altiva, tan seductora, con su sonrisa de siempre y con el mismo aspecto físico que había sido objeto de recuerdo noche tras noche.

Se miraron, él se acercó con precaución:

- Hola, Martha. ¿Qué tal estás?
- Bien, Daniel, ¡qué encuentro tan inesperado! Han pasado tantos soles, tantas lunas, que ya no esperaba volver a verte.
- Ya lo sé, no me digas más. No quise un baúl lleno de cartas, ni un teléfono colmado de nostalgias, ni un corazón lleno de celos...

La mañana se escapaba entre las preguntas típicas de un reencuentro. Hablaron de sus nuevas vidas, sus expectativas actuales. Aún tenían muchas cosas que contarse, muchas verdades que decirse en aquel parque maravilloso, pero la niña, que hasta entonces no había interferido en la conversación, preguntó a su madre:

- Mama, ¿se vendrá papa a comer con nosotros?

Los dos rompieron a llorar...

José Daniel


Poema-espada


Poema-espada (publicado en www.cayomecenas.com, Abril 04)

viernes, enero 28, 2005

Haiku

¡Rómpeme rayo!
desmiembra mi persona
en cuerpo y alma.

José Daniel

Arrojé


Arrojé
los tropiezos de la vida
- siete razones, siete grilletes-
en un lago ileso del hombre:
último reducto de paz
donde su tenebrosidad se deleita
con los guiños de amor de una esfera.

Deposité
las sandalias del pescador
-dos caminos, dos líneas-
en un paraíso clandestino del mundo:
principio para el regreso
donde la libertad siempre se cruza
con los reflejos de su luz eterna.

Algún día
me arrojaré depositando mi cuerpo y mi alma,
sin más epitafio que tu llanto.

José Daniel


Háblame

Háblame..., háblame con susurros al oído mientras esta masa amorfa se traslada a los soles de tu mundo; mientras mis ojos se acostumbran a los destellos de tus miradas piadosas, y cuéntame..., cuéntame como vives desde que dormito en esta nave de dolor y negación; desde que mi júbilo se vio arruinado por ese fatídico incidente. Tengo mucho tiempo..., mucho porque quizás nunca se atrevan a ordenar sus conciencias aquellos que tienen que estampar un sí ante mi derecho a la muerte. Pero dime..., dime cómo es ese hombre que amanece entre los albores de los días y acaricia tu suave piel. No creas que no me ha dado cuenta: tu aroma está impregnado en nuevos rincones, los ojos son señales que arrebatan razones, guías que no esconden las láminas lucientes, y tus ojos brillan..., brillan más que nunca, aunque en esta habitación duerma abrazado a mí la tristeza.

Soy vigilia de cuello para arriba, lo sabes, y nostalgia hacia abajo. Las noches son mis días y mis días tus miedos, pero expresa..., expresa sin temor como roza con su lengua tus labios; si sosiega el frío de tus pies en las madrugadas; si es consciente que estás atada a una estatua perenne que habla incansablemente esperando irse; si es un amor que fluye con las horas o es una mera fantasía pasajera para saciar el hambre que conmigo nunca calmarás...

Háblame..., háblame aunque sea con mentiras y niegues el rocío de las mañanas. Este barro se resquebraja en la calima de los recuerdos mientras se redacta un nuevo credo; mientras las bienaventuranzas incluyan a aquellos que todo lo hemos perdido, y a aquellos que hemos decidido no tolerar más el sufrimiento para los nuestros y nosotros mismos. No hay suicidio más atroz. Cuéntame..., cuéntame para que mis sentidos no se duerman, y las sombras de tu figura queden grabada en el alma que espera su marcha. Tengo mucho tiempo..., mucho para verte nuevamente feliz aunque no sean mis brazos los que te rodeen. No sufras, tú sólo háblame..., háblame hasta el día de mi muerte.

Jdpalma.

domingo, enero 23, 2005

Voy desnudándote

Ojos oscuros
acechan en las sombras.

Voy desnudándote

y el frío no penetra
en el silencio mágico.

-Cualquier voz quedará

en un leve susurro...-



José Daniel.

Mimos de baqueta

Estábamos todas maquilladas esperando el toque de diana para que nuestros hombres nos acariciaran una vez más. Había sido una noche intranquila y extraña: los murmullos de las compañeras no cesaron con la última oración como otras veces, nadie exigió silencio. Las horas iban cayendo entre las bromas de las más descaradas y los malos augurios de otras.

Por algún motivo especial éramos concientes que nuestros dueños temporales habían cuidado con todo lujo de detalle el acicálate en la tarde anterior. Hubo mimos de baqueta con finos giros de cañón, engrase con aceite y gasoil de primera, paños de seda cubriendo y puliendo nuestros torsos, y por último, el beneplácito de las miradas superiores con guantes color blanco esperanza.
Todo esto, nos hacia presentir que algún acontecimiento fuera de lo común iba a transcurrir en las horas siguientes. No podía ser una entrega de despachos ni una jura de bandera porque se preparaba a conciencia a base de repetición y no era el lugar apropiado, y además, para esto, nos hubieran despachado con la frialdad y descortesía de siempre, dejando a más de una malherida. Tampoco podía ser una misión específica ni un ejercicio de tiro de los que frecuentemente realizábamos porque esto lo sabíamos de antemano con la previsión de servicios. Algo diferente nos aguardaba...
Sonó la corneta. La puerta se abrió. Las cadenas de nuestros dormitorios comenzaron a desplomarse. En fila india, nuestros hombres iban sacándonos al exterior. Lentamente el grupo formó.
Sentía cierto temblor en el hombro que me sujetaba y una fuerza inusitada agarraba mi caparazón. Me hacía daño pero aguantaba viendo que mis compañeras no se movían...
El sargento Estévez comenzó la liturgia mañanera con la marcialidad que le caracterizaba:
- ¡Firmes!, ¡Arrrrrr!, ¡descansoooooó!, ¡arrrrrr!. ¡Panda de inútiles, que se oiga el taconazo!. ¡Firmesssss!, ¡arrrrrr!, ¡sobre el hombrooooo!, ¡arrrrrrrr!....

Llevábamos media hora de instrucción cuando de pronto vi aparecer al Teniente Saldaña. Era un hombre de pocos amigos, terco y rencoroso, un ruin que se había ganado las estrellas a base de trabajos peculiares. El tema era tabú, estaba totalmente prohibido hablar de ello en los corrillos pero los bulos comentaban que una vez mató a dos prisioneros a cuchillo porque le habían despreciado un cigarro, y que después, cavó con sus propias manos una zanja cubriendo los cuerpos con cal viva. Yo le tenía respeto pero a la vez mucho asco; un sentimiento de rabia me embriagaba cada vez que nos dirigía o cuando por sus santos cojones nos castigaba jornadas enteras a pleno sol.

Las novedades fueron transmitidas por parte del sargento. El teniente sacó una cuartilla doblada, se la entregó para que la leyera:

- ¡Atended!, voy a leer una lista que contiene un grupo de hombres que deberán dirigirse al bunker de mando y ponerse a las órdenes del Teniente Saldaña.

El Sargento comenzó a nombrar un total de cien hombres, entre los cuales se encontraba mi adjudicatario. Podíamos pensar que era una suerte el habernos quitado de en medio, la instrucción era aburrida y siempre nos llevábamos algún que otro golpe no deseado. Había mucho desánimo entre nuestros hombres y mucha preocupación por las noticias que llegaban continuamente de nuestros aliados.
Misteriosos y sin hablar íbamos llegando al lugar de encuentro, nosotras cada vez más inquietas por los chismes y comentarios de la noche anterior:

- Seguro que marchamos hacía Faluya para apoyar a los americanos, - decía mi compañera.
- No puede ser, no podemos dejar nuestra base bajo mínimos. – comentaba otra.

Reunidos todos en formación, volvió a aparecer el Teniente con un gesto de preocupación en su rostro:

- ¡Soldados! - gritó-, os he llamado para comunicaros que por decisión del nuevo Gobierno volvemos a España.

Los rugidos de alegría hicieron callar por un momento los disparos que se oían en el exterior del acuartelamiento, pero eso..., eso es ya otra historia.

José Daniel


sábado, enero 22, 2005


Fotografía: jdpama - Lucky, el viejo galgo Posted by Hello

Lucky, el viejo galgo

...Lo había jurado mil veces durante toda la temporada de caza. Acabaría de una vez por todas con la vida de Lucky, su veterano galgo que tantos logros le había proporcionado.
En la última montería que participamos juntos me extrañó que no viniera acompañado de su viejo amigo y compañero de tiros. Pensé que al pobre ya le había llegado su hora, pero no, le pregunté que cuál iba a ser el destino para su mejor can, y él me dijo que ya no podía sacar más provecho del que hasta ahora había sido el superior galgo de la zona. Y que la única solución válida era su sacrificio. porque si no iba a entorpecer mucho la enseñanza de los nuevos.

- ¿Sabes, Daniel, la razón de haberte llamado para que comparecieras en estas dependencias policiales?- me preguntó el Sargento Florencio.
- No.
- El pobre Tomás ha aparecido ahorcado en el camino hacia las Navas, y hasta el momento sólo disponemos de un rastro de perro...

José Daniel



viernes, enero 21, 2005

Pensamiento

Ahora
que los silencios se encierran
en los vientres
tiñiendo de rojo sangre
prados, cementerios,
oficinas y burkas
de azules ayeres,
salgo yo de mi invisibilidad.

La cobardía
fue sólo
una defensa natural
para los ojos.

Atrás
dejé comentarios y criticas,
aunque nadie,
nadie escuchó mi parecer.....

José Daniel

martes, enero 18, 2005

Confesión de sangre

¡Quizás el hombre llegue a conocer otros mundos donde los silencios no envuelvan en papel de seda la maldad! Quizás, pero, mis ojos están acostumbrados a disolver y engullir sangre caliente al amparo de una cuchara de metal que se jacta de tintinear, sobre un plato caliente, los mejores manjares de los sudores que caen fríos todas las madrugadas.

La religión me hizo feliz en la hipocresía, en las falacias de evangelios impregnados de amor al prójimo y en la enseñanza deponer la otra mejilla mientras una mano se escondía para recibir el don de las rivalidades y la virtud de estrechar manos desconocidas con el epitafio de la paz sea con vosotros. Quizás otros lo lleguen a ver, yo no. Me tiembla el pulso al escribir y sé que, soy uno más dentro de lo que nunca fue.

Suspiro anhelos y, después, pienso: ¿Merece la pena? ¡Oh, sí!...

Sufro por participar en la inquisición de estos actos pero debo continuar. Esta vereda de abismos formales no tiene bifurcación: lo tomas o lo dejas. Hace tiempo me enganché, entrando poco a poco, saboreando los últimos instantes de mis víctimas, rebautizándome con las salpicaduras al degollarlas. Ellas desfallecían, yo nacía.

Sé que moriré por pura cobardía, o tras las rejas de un centro social educativo para personajes que circulan al borde una línea que ellos sólo pueden imaginar. La vida es dolor, pena, hambre, violación. Pero, ¿volveré a matar? Quizás, porque me odio y te odio.

Salgo a la calle, después continuaré, el hambre y la sed no conocen amistades ni juegos literarios.

José Daniel