Cuando atropellé a aquel individuo no pude hacer otra cosa que acelerar por el angosto camino. Han pasado muchos años y sigo acelerando por esta senda sin destino. No hay nada ni nadie en sus márgenes, pero sé que detrás de mí vienen cientos de animales con tres cabezas y un pastor que incesantemente me llama para pedirme explicaciones. Sigo adelante intentando no mirar por el espejo retrovisor, aunque es ardua tarea porque sus murmullos y alaridos me están atrapando.
José Daniel.
José Daniel.
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