Las lágrimas
nunca recorrieron mis mejillas,
flotaron en mi ventana
a la deriva, sin rumbo,
como el último barco de papel
arrojado entre tus pechos
desnudos en la mar, mientras se hundían,
para siempre,
nuestros días.
nunca recorrieron mis mejillas,
flotaron en mi ventana
a la deriva, sin rumbo,
como el último barco de papel
arrojado entre tus pechos
desnudos en la mar, mientras se hundían,
para siempre,
nuestros días.
Ahora, tú,
libertad que me arrastras a las arenas,
a la inconciencia reclusa
del recuerdo,
donde los días
que buscas no encuentras,
donde los ojos
que ves no son los que ves,
allá,
donde el hombre
que visteis desolado no es libre
porque es el que llora
al abrir esta ventana con barrotes de castigo
por no haberme hundido con ella.
Texto: José Daniel.
Imagen 1: Zoe Wiseman.
Imagen 2: Yuri Bonder.
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