Con su cámara a cuesta y su pequeño hurón, lo había visto todo, o al menos eso creía. Había asistido a las guerras más cruentas, a las revoluciones más impetuosas, a los desastres naturales más devastadores, a pactos políticos inimaginables, a caídas de imperios ancestrales y subidas al poder de gente, más o menos, corriente, pero siempre quedó al margen imperturbable, grabando las escenas sin que su piel se erizara; inmortalizando esas instantáneas para otros ojos. Los suyos quedaban fijos y vacíos...
Un día, su pequeño hurón, le preguntó:
- ¿No echas de menos a tu familia y a tu entorno?
Fríamente le contestó que no, que en su trabajo había conquistado su paz interior ,y que por muchas bombas que cayeran o mucha sangre se derramará, él era feliz.
- ¿Y no le temes a la muerte?- continuó interrogándole.
- No, por supuesto que no.
- ¿Qué te falta en la vida?
- Lo tengo todo: mi cámara, mi libertad, mi paz, mi reino, el amor que sé que me espera, te tengo a ti...
Pasaron años, guerras, huracanes, maremotos, aviones y torres derruidas, persecuciones mundiales... hasta que una mina oculta en un camino perdido del desconocido Mozambique, le sesgó los dos brazos, debiendo regresar a su casa. El tiempo de reportero eficaz y valiente quebró, volviendo a la cruda realidad de los días monótonos y aburridos en compañía de los suyos. El hurón, quien había salido ileso del accidente, le preguntó:
- ¿Qué te pasa, qué echas en falta?
- Mi cámara, mi tercer ojo. El espacio y el tiempo...
- ¿Eres feliz?
- Sí, supongo que sí.
- ¿Y no le temes a la muerte?
- Ahora que la veo tan cerca, sí... Se muere mi espíritu, lentamente, entre tantas envidias y codicias, entre tantas tentaciones y pasiones que cada día me son más difíciles rechazar...
- ¿Y por qué no marchamos?
- No, eso nunca. ¡Márchate tú! Tú que aún eres libre...
José Daniel.
Un día, su pequeño hurón, le preguntó:
- ¿No echas de menos a tu familia y a tu entorno?
Fríamente le contestó que no, que en su trabajo había conquistado su paz interior ,y que por muchas bombas que cayeran o mucha sangre se derramará, él era feliz.
- ¿Y no le temes a la muerte?- continuó interrogándole.
- No, por supuesto que no.
- ¿Qué te falta en la vida?
- Lo tengo todo: mi cámara, mi libertad, mi paz, mi reino, el amor que sé que me espera, te tengo a ti...
Pasaron años, guerras, huracanes, maremotos, aviones y torres derruidas, persecuciones mundiales... hasta que una mina oculta en un camino perdido del desconocido Mozambique, le sesgó los dos brazos, debiendo regresar a su casa. El tiempo de reportero eficaz y valiente quebró, volviendo a la cruda realidad de los días monótonos y aburridos en compañía de los suyos. El hurón, quien había salido ileso del accidente, le preguntó:
- ¿Qué te pasa, qué echas en falta?
- Mi cámara, mi tercer ojo. El espacio y el tiempo...
- ¿Eres feliz?
- Sí, supongo que sí.
- ¿Y no le temes a la muerte?
- Ahora que la veo tan cerca, sí... Se muere mi espíritu, lentamente, entre tantas envidias y codicias, entre tantas tentaciones y pasiones que cada día me son más difíciles rechazar...
- ¿Y por qué no marchamos?
- No, eso nunca. ¡Márchate tú! Tú que aún eres libre...
José Daniel.
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