sábado, mayo 09, 2020

El tiempo que se va

El abuelo ya no escribe. Siempre en su mundo, siempre pensativo. El abuelo ya no llama a nadie por su nombre. No me escucha, ya no llora, ya parece que no siente. Abuelo, abuelito, ¿qué te pasa? El abuelo en su butaca agarrado a su bastón, no sonríe. Mira su reloj, se muerde los labios, cierra, a veces, los ojos y otras no. ¿A quién llama en sus silencios? El abuelo no anda, no se levanta, quieto como un muñeco añejo siempre en la ventana. El abuelo parece que está muerto, pero siento su aliento cuando acerco la cara. Abuelo, abuelito, estamos contigo. Nada le asombra, no reconoce a sus niñas. El abuelo, ¿descansa? Pasan los días, el abuelo suspira. El abuelo cambió su chaqueta de cuero, su casco y sus guantes, por un pijama azul. Abuelo, abuelito, ¿tienes rencor? Llega cansado, su cama y alguien a su lado en igual estado. No cierra los párpados, mira hacia arriba. El abuelo está triste. Roto por algún dolor, inquieto por dentro. Abuelo, ¿le diré a mamá, en esta carta que le dejo en la mesilla, qué lo que más quiero es volver a sentir tu voz cuando me contabas aquellos cuentos? Abuelo, abuelito, sé que me escuchas. Aquí estoy con tu padre y con tu madre, algún hermano y tíos tuyos. Somos ánimas que caminan descalzas, alegres almas para acompañarte en próxima vida. Abuelo, abuelito, cierra los ojos, ven y descansa.

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