Nos enfrentamos en esta tierra de lagartos
como dos peces que agonizan un final,
un réquiem de signos en el gris de pinceles
que expiran un lento decrepitar y alguna admiración
ante los pasos del viandante confuso.
Seguimos siendo dos ojos mordaces
para el angosto recuerdo de un artista independiente,
sabemos poco o nada de nuestra muerte, poco o nada,
aunque la noche siempre es fría y el silencio
acumule ansías de argollas y cáncamos.
Hoy hemos retado los párpados de pájaros negros
por el corredor de vecinas aristas intangibles,
y sus diafragmas no han percibido que nos sumergimos
mientras intentamos salir de estas luces y sombras
bajo el disfraz de aplausos que duraran junto al polvo del desván.
(Si se desploman todas las paredes del mundo, seremos libres...)
José Daniel.
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