viernes, noviembre 25, 2005

Cuántas veces


Cuántas veces,
en el silencio del agua mansa,
al final de un callejón con cinco arcos sin salida,
en el margen de una travesía
solitaria, has dejado caer tus llantos.
Unas manos cubren tu rostro, otras te apresan,
te sostienen, nos sujetan con astucia
terciopelo y, un segundo después, se evaporan
sin saber que el roce ha calado en nuestro interior
como una señal que perpetua un recuerdo.
Manos invisibles que alrededor bailan
como vientos implicados de dulzura en el discurrir
de un juego de niño. Escondite para unas caricias
envueltas en papel traslúcido, albas, espirituales,
próximas y nobles que no hace falta ningún
vestigio para encontrar aposento tan protegido.
Pero me dirás -y no te culparé- que no hay nadie, que el mundo
sucumbió un día de noviembre bajo el manto de hojas muertas,
y que tu cuerpo, tu tacto, y tu desnudo silencio
sigue sin hallar el roce de esta levedad.
No sufras, lo que ahora se presenta ciego
y amargo para el sufrimiento de tus llagas en el abismo,
se fortalecerá con el ahínco de esas manos que no
invento porque soy tú, soy él, somos nosotros.
El hombre por y para el hombre, y digo hombre,
no superhombre y sus circunstancias.


Poema: José Daniel.

miércoles, noviembre 23, 2005

Estimado Sr/a Dios/a



Estimado Sr/a Dios/a:

Te escribo esta carta para comentarte que todo lo que creaste a mi alrededor, se está yendo a la mierda. Todo.

¿Qué cojones pensaste? ¿Te crees que puedes jugar a tu antojo conmigo y que ni siquiera tenga el gusto de criticarte? Estás equivocado si pensabas que me iba a quedar callado. Estás omitiendo mi derecho a súplica, mi deseo de gritarte que estoy harto, hasta los cojones de tener que despertar y ver mis miserias. Ya no me quedan gotas de sudor para afrontar los nuevos retos que por otro lado son malévolos como tú solo.

Primero me dejaste sin mujer. No es que la matarás, no, eso hubiera sido un premio, un bombazo en mi esquelético cuerpo. No, no fue eso, no, fue peor: se la distes al vecino gañán de enfrente, a ese idiota que camina con un libro bajo el brazo y se cree intelectual y bien hablado. A ese energúmeno que cuando bajamos juntos las escaleras me saluda atentamente y cuando ya no sabe que decir me espeta que el tiempo va a cambiar. ¡Claro que va a cambiar! En mi cama las sábanas se helarán, mientras en la suya un torrente de calor se apoderará de su miembro viril, abriendo de par en par un palacio antes conquistado por el ladrón que llevo dentro. ¡Qué pena me doy! Ese ladrón está en prisión desde que marchó y todo por tu culpa viejo/a.

Luego te llevaste a mis hijos bajo el vicio de las drogas sin apenas darme cuenta y sin dejarme despedir. Más tarde, y bajo el gozo lento de la mente más perversa, me atrapas con un cáncer de huesos. O sea, despido laboral, ruina monetaria grave y para más INRI me atropella un jodido auto sin causarme la muerte. He intentado suicidarme con todas las ofertas que internet y la prensa me ofrecen, pero tampoco. Siempre te has volcado a fondo para que mis intentos se vayan al garate. ¡Joder! Si tan mal me quieres podrías dejar abierta una ventana para que tu primo Satanás venga y me lleve. Ya, no me digas más: “Al enemigo ni agua”. Pues que sepas que no quiero ser partícipe de líos familiares.

¡Qué! No está mal, verdad. ¿Qué me aguarda a partir de ahora? No sé, dímelo tú, tú que estás en todos los sitios, todos los lugares.

¿Una tortura aún más cruel y ser además actor protagonista de una película de tercera? ¿Caminar desnudo por un centro comercial bajo la atenta mirada de un grupo escolar de visita guiada? ¿Qué? Te estoy dando ideas para que tu sarna siga viva contra mi persona. ¡Ea! Aquí estoy, pero que sepas que lo único que te pido de verdad es la muerte, pero una muerte que no venga disfrazada con epitafios ni rezos, y por supuesto, tampoco sesiones de reconciliación ni juicios postreros.
Ya sabes...

Sin otra cosa en particular, me despido y espero que sea para siempre;

José Daniel.

lunes, noviembre 21, 2005

01:56:00 a.m.



Perdí todo,
no tengo nada, y en espejismos
me sumerjo
buscando rescatarla.

Soy un alacrán en desiertos pétreos,
y mis pasos se encaminan
entre dunas de marfil que decoran el horizonte.

A lo lejos, mi mujer reposa rodeada
de bambúes y diamantes infinitos,
entre gentes de otros lugares, extraños
hijos de metal y lanzas prohibidas.

La he visto frágil y vulnerable,
pero la cortina intangible que me sujeta,
me ahoga como la tierra sobre mi ataúd.

Alguien se arrodilla junto a ella,
le tiende una sonrisa de nácar
y acepta sus plegarias.
Se va,
se van entre claros y nubes,
desembocando una tormenta de ira,
tempestad que me arrastra a un levitar profundo.

Duermo...

José Daniel, de "Despertar incierto".

viernes, noviembre 18, 2005

¡Qué sueño tan cruel!


¡Qué sueño tan cruel! ¡Qué pesadilla tan desagradable!: un terremoto sacudía con fuerza mi espacio, numerosas contracciones iban y venían, abriendo un desfiladero por donde se fueron, de súbito, los mares y ríos de mi planeta.
A lo lejos, voces y gritos, ecos metálicos, llantos y risas, proclamas, y un foco que proyectaba una luz intensa en esa oquedad que se iba haciendo cada vez más amplia. ¡Qué angustia para mi paz! ¡Qué naufragio tan brutal! De pronto, aprecié unas manos sobre mi cabeza: unos dedos largos y fuertes me agarraban con sumo cuidado, pero esta sensación desapareció por unos instantes. Momentos en que sentí morir, que me ahogaba, que sucumbía asfixiado. Pero la tragedia de este mal sueño no quedaba aquí: algo succionó mi testa de forma bestial, lanzándome de forma directa al abismo...¡No, no, no...!
Desperté con la sensación de haber recibido una paliza, de haber sido partícipe de un combate sin final. Abrí los ojos, y me di cuenta que ya nada era lo mismo: alguien había cortado el cordón de mi supervivencia, mientras muchas caras me observaban con gestos de incredibilidad.
José Daniel.

jueves, noviembre 17, 2005

Se resiste el poema


Se resiste el poema,
los versos permanecen inmóviles,
anclados en recuerdos que amortajan
mis falanges en el traspapelar de las horas.

Un golpe de luz abriría
sendas para comenzar una liturgia:
ceremonia de ritmos, rito de palabras clave.

Más nadie me llama,
sigo en un caer continuo,
muerto como este otoño que eyacula inmaduro.

¿Sabes? Sólo tú,
tú eres quien podría salvar esta ruptura,
componiendo perdurables errores
en verticalidad sonora.

Solamente tú,
musa del adiós y del perfume bienvenido.
Solamente tú,
estancia del ayer, ataúd del aurora.


José Daniel.
15/11/05

Imagen: http://www2.uah.es

martes, noviembre 15, 2005

22.11pm



Sigue lloviendo
y las luces se encienden
como síntoma de una nueva derrota:
No me aventuro
a quedarme sin ti,
no persigo
escapar sin oírte de nuevo.


Marca mi memoria una cifra,
seis dos cuatro,
tres siete
tres seis tres dos,
y una voz que siento cerca
se diluye entre sollozos.


“¡Perdóname!”,
mientras se disipa un último adiós
fuera de servicio o falta de cobertura.


José Daniel, de "Despertar incierto".
Imagen: José Daniel 05.

domingo, noviembre 13, 2005

Sucede

La vieja televisión emitía publicidad, mientras Eduardo esperaba el almuerzo, plácidamente sentado en el sofá. Sus pensamientos repasaban los últimos acontecimientos surgidos en la empresa. Una regulación de puestos de trabajo era el colmo, trauma que le perseguía en los últimos días. Su labor en la subdirección de empresa se complicaba, vendrían reuniones con los sindicatos, explicaciones, razones, huelgas...

- Buenas tardes, repasamos a continuación las noticias más destacadas de este frío sábado, 14 de febrero.

La sintonía llamó la atención de Eduardo, quien se incorporó en el sofá.

- Niña, ¿cuándo está la comida?, tengo algo deprisa,-dijo alzando la voz.
- Ya va, espera hombre, ¡qué impaciencia!, si me ayudaras por lo menos a poner la mesa, pero no, te sientas y a servir como una esclava.

Marisa se apuraba con el aliño de la ensalada, mientras llamaba a su hija:

- Eva por favor, baja de una vez y pon la mesa que tu padre tiene prisa; anda hija, escúchame, aunque sea la primera vez-. Vinieron otras tres llamadas separadas en un intervalo inferior a un minuto, hasta que por fin bajó.

Como todos los mediodías, se sentaban alrededor de la mesa sin hablar, sin mirarse, sin prestar atención al menú del día ni al noticiario, aunque el volumen estuviera a la altura de un concierto de rock, todo era igual desde muchos años atrás. El papel de cada uno en la mesa se organizaba perfectamente sin ley escrita pero con un resultado muy efectivo: no había ningún imprevisto.
Eduardo se encargaba de llenar los vasos con agua, Eva partía el pan y Marisa repartía sin ecuanimidad la comida. No podía faltarles a sus discípulos, antes dejaría de comer que ver los platos de ellos dos semivacíos.
La presentadora seguía narrando las noticias acontecidas durante las últimas veinticuatro horas: “Ayer tarde, en el salón de plenos del Ministerio del Interior se dieron a conocer los datos estadísticos del Plan Nacional contra la droga. Escuchamos las declaraciones del Delegado del Gobierno del Plan-,(la presentadora pasó a un segundo plano dando paso a una corresponsal, que a su vez daba paso al ponente). Este trimestre se percibe una disminución del 13,2% del consumo de heroína, un descenso del 2% respecto a la cocaína y derivados, pero hay que señalar un aumento preocupante para esta Delegación en lo referente al consumo de éxtasis y LSD entre la población joven, entiéndase la comprendida entre los 14 y los 25 años, no obstante....”
Las noticias se esparcían por el salón escapándose a los oídos de los comensales. El sonido producido por la absorción de la sopa y el tintineo de la inmersión de las cucharas se mezclaban con la voz de fondo. La locutora secuenciaba nuevos asuntos, entretanto un bip continuo y ascendente provocó un pequeño sobresalto en Eduardo.

- Eva, por favor, coge el maldito móvil-, dijo sin levantar la mirada.
- Dime, María, espera que me voy a la cocina-. Eva se levantó apartando la silla.
- Esta niña, no sé a qué aspira con esos veinte años-, suspiró Marisa.

Un cambio brusco al pasar de tipo de información hizo que Eduardo preguntara dónde estaba el mando a distancia. Marisa se levantó furiosa, sosteniendo un reflejo de perplejidad y angustia contenida.

- Aquí lo tienes, señor mío-, dijo, mientras una voz femenina exponía el balance de accidentes de tráfico del fin de semana.
- Desde la DGT se informa que desde ayer, viernes a las 14,30, horas se han producido cuatro accidentes mortales, el más notorio, ocurrido en la carretera de Toledo debido a la niebla, según últimas informaciones se han visto involucrados en una colisión múltiple: tres turismos y dos camiones, con el resultado de dos personas muertas y varios heridos de diferente gravedad. Julián Sánchez está en el lugar del accidente, con información, a pie de carretera.

Eduardo levantó la mirada por primera vez, contempló una trágica escena, habitual, donde se veía dos cuerpos, tendidos en el suelo, recubiertos por dos mantas. “Qué ironía, nos pegamos la ostia y nos cubren con una mantas galácticas”-, pensó. También observó varias ambulancias con todos los dispositivos de emergencias activos, unos guantes de látex junto a los cadáveres y unos agentes tomando fotografías y notas. Absorto, contemplaba la pantalla, y no tuvo el pulso necesario para cambiar de canal hasta que apareció un representante de los agentes.

- Sí, bueno, sí. El accidente creemos que tiene como causa principal la niebla, pero no se descarta un exceso de velocidad por parte del turismo blanco y una posible conducción bajo los efectos de alcohol, lo que hace que estemos trabajando en ello porque hay una circunstancia para creer que estos jóvenes regresaban...-; no le dejó terminar, cambió de canal diciendo:”sólo muertos y más muertos, vaya comida nos dan todos los días”

En la cocina, mientras tanto, seguía Eva su liviana comunicación con María, con quien charlaba a lo largo de todo el día, ya fuera vía teléfono, vía chat, vía mensaje, vía toques: un nuevo sistema para dar a conocer que en esos momentos te estás acordando del receptor.

- Bueno, entonces a las diez en el portal, ah! por cierto, has llamado a alguien más, no sé..., por ejemplo a tu amigo Nico-, una risita tímida acompañó el mensaje de Eva.
- Qué va tía, no me atrevo. Seguro que lo veremos esta noche, no tengas prisa. Te lo presentaré si coincidimos, te lo juro.
- Eso, eso espero, ya sabes que me muero de ganas.
- Vale, pues a la diez queda dicho, no me falles, te doy un toque y nos vemos, chao-. María daba por concertada su cita.
- Chao, ponte guapa-. Apagó el teléfono y regresó a la mesa familiar.

Sus padres comían el postre y ella aún no había terminado la sopa; tomó una cucharada y su sabor frío no le produjo agrado, así que la apartó y se unió a sus padres.
- Hija, no sé que va a ser de ti, en los estudios ya ves, en casa nada, no comes, no duermes, no...-, los ojos maternos proyectaban todo su amor en las facciones de Eva.
- Venga mamá, déjalo para otro momento, ahora tengo que hacer cosas, terminó la naranja y sin más salió hacia su habitación.
- Has visto, dijo el padre.
- ¿Qué?
- La tienes muy mal enseñada, se levanta, se marcha, no sé que diablillo estamos criando-. Tras una pequeña pausa se levantó.
- Bueno, me tengo que ir, ya llego tarde-. Se despidió con un beso en la mejilla.

La tarde cayó como una más para Marisa, le acompañaban la soledad y su hermana tristeza. Frente a la pantalla pasaba las horas sin pensar demasiado. Empezaban y terminaban telenovelas de amores y desamores, cotilleos rosas y, en su tortura, el único aliciente era el regreso del hombre de su vida, o por lo menos del hombre con el que había decidido pasar el resto de sus días.
Eva por su parte se encerraba en su habitación a cal y canto, y no salía de ella a no ser que alguien viniera a buscarla, había creado un mundo dentro de sus fantasías, se sentía reina y señora de su espacio, no soportaba la intromisión de nadie, y menos la de su madre.
Llegó la noche y con ella la melancolía de años pasados para Marisa. Eran tiempos donde una bella joven, más bien flacucha pero muy recatada, salía y bailaba de la mano de Eduardo; recuerdos de cuando la acompañaba hasta la puerta de su casa y le daba un cálido beso de despedida. Qué viejos recuerdos, pero qué cercanos le parecían. Oyó a Eva decir que ya estaba lista para salir, su padre había llegado del trabajo más cansado que de costumbre y no reparó ni en decir: buenas noches, ni en un beso de regalo por el día de los enamorados. Tras una ducha y sin haber cenado se fue directamente a la cama.


- Oye mamá, ¿dónde rayos está papá?, tiene que darme algo de dinero para salir, exigía a su madre una respuesta.
- Déjalo, Eva, yo te lo daré. ¿Cuánto te da tu padre?
- Normalmente me da 15 euros para todo el fin de semana, pero no me llega, mamá no me llega y soy el hazme reír de mis amigos-, suplicaba, agarrándole el brazo.
- ¡Ay, que niña mujer!, pero para qué quieres más, no me creo que no te pueda llegar, si total os juntáis en el parque y sólo sois capaces de hacer ruido y llenar todo de suciedad-, un intento en vano, pues Eva seguía erre que erre.
- Mamá, por favor, hoy hemos quedado en ir a una discoteca, esa que hay en la calle Dalí, así que anda, dame 20 por lo menos, hay una fiesta del instituto-, siguió medio llorando.
- ¿A una discoteca?
- Sí, ¿algún problema? Pareces nueva.
- ¡Oye, niña! que yo también he sido joven-, sentenció Marisa.
- Pero, ¿me los das o no?.
- Toma tus 20, espero que te lleguen para tirar toda la semana, y aparte toma 10, exclusivamente para que cojas un taxi de regreso. No se te ocurra venir con nadie en moto ni en coche. Eva, por favor, escúchame bien, te coges un taxi y a casa, y que sea pronto-, justo antes de terminar de decir esto, Eva ya había salido por la puerta, con el móvil, el dinero y el carné en la mano, sin un beso de buenas noches y un “no te preocupes”.

María esperaba en la puerta del portal, se había vestido con una pequeña minifalda ajustada, con un top negro sin mangas que dejaba ver las tirillas del sujetador del mismo color; para combatir el intenso frío se puso unas medias a juego y unas botas altas; como abrigo, un plumas largo. Aparentaba menos edad de la que reflejaba su documento de identidad.
Al encontrarse se dieron un par de besos, una sonrisa perversa apareció en ambos rostros.

- Que empiece la noche, gritó Eva. Toma guárdame esto.

Caminaron juntas hasta la zona de bares, donde se encontraron con otro par de amigas; las cuatro fueron recorriendo varios garitos para ver cómo estaba la movida y la cosa les fue gustando, a pesar del frío. A eso de las doce de la noche, entraron en la discoteca.

- Esto cada vez se pone mejor, chicas, mirad qué cantidad de tíos buenos-, dijo María sin quitar ojo a un moreno que bailaba junto a la barra.
- Uhm, ya te digo-, gritó Eva, mientras era arrastrada por la marea humana.

Encontraron un huequito entre la muchedumbre, en la zona de baile. Las dos compañeras se estaban encargando de buscar las bebidas, Eva y María bailaban al ritmo dance.

- Oye María-. Se acercó al oído de su amiga.
- ¿Qué?
- ¿Aquellos no son Nico y Pedro?
- Sí, ¿y qué pasa? Nos podíamos acercar, venga tía. Llévame, acompáñame que tú los conoces.
- Espera por lo menos a las otras dos-, le contestó María.
- No, no aguanto, venga, vamos a echarle morro.

Se fueron acercando, esquivando la gente a base de codazos; ellos bailaban entre un grupo de amigos, no había la presencia de ninguna mujer en el corro. El claustro viril se abrió para dar paso a María, quien, con una elegancia inusitada, desfiló ante los ojos
atónitos de los gallitos.

- Hola, chicos-, dijo, dirigiéndose a sus conocidos.
- Venga ese par de besos, ¡qué bien te veo!-, se adelantó Nico.
- Os apetece bailar con dos chicas sex....
- ¿Cómo no?, ¿quién es ella?-, preguntó Pedro.
- Espera y os presento, ella sí que os conoce de vista, alguna vez os ha visto conmigo y, por supuesto, tiene muchas ganas de conoceros, mirad esta es Eva.

Aparecieron sus dos amigas con las bebidas, uniéndose al grupo una vez presentadas. Tras unos momentos de miradas lascivas, el grupo de chicos se fue disgregando hasta quedarse ellos seis solos.

- María ¿me acompañas al baño?-, le dijo Eva.
- Venga, vamos.

A su vez, Pedro apartó a Nico, alejándose de las otras dos compañeras que bailaban a su aire sin importarles demasiado la presencia masculina.

- Nico, ¿has conseguido tema?
- Hombre ¿con quién te crees que estás hablando?, ¡mira!-, mostró en su mano una pequeñísima cartulina con cuatro dibujos casi inapreciables.
- Asterix, ¿a cuánto?
- 3 euros el cartoncillo, le he pillado cuatro al flipao que está en la puerta, a ver cómo nos sientan y nos responden estas dos que han ido al baño, tío, hoy mojamos seguro, están buenas de cojones.
- ¡Dame uno, que empieza la noche!
- El cuerpo de Cristo, amén-. Nico introdujo un pequeño cartón, depositándolo en la lengua de Pedro, éste lo saboreó, mientras su amigo hacía lo mismo.
- Y a ellas qué, cómo se lo proponemos, sé que María si fuma de vez en cuando algún porrillo, pero no sé si esto le va-, le susurró Nico al oído.
- No te preocupes, ¿esas son sus bebidas, no?, enchúfalas dentro y que el ácido salte por peteneras.

De regreso del baño se reintegraron al baile, eran ya las cinco de la mañana y todavía Eva no se había decidido a coquetear con Nico, le gustaba demasiado y se sentía muy borracha, él pensaría que era una chica fácil si se lanzaba tan rápido. Terminaron las copas, mientras la música iba disminuyendo de volumen. Decidieron ir a tomar la última copa al bar de la estación de trenes.
Nico arrancó el vehículo y puso la música al máximo, a su lado Pedro sacaba del bolsillo un cubata que había cogido en la discoteca. Atrás viajaban dos chicas que reían histéricas. Al salir a la autovía para atajar el camino, el vehículo colisionó con un camión que pretendía salirse hacia el polígono. Un posterior choque contra la mediana, un vuelco y el coche en llamas, un cuerpo salió despedido a través de la ventana, para terminar tendido en el asfalto.
Eduardo se había levantado temprano, lo primero que hizo fue mirar si había llegado Eva. Vio que no estaba. Malhumorado bajó al salón, eran las ocho y media, encendió la televisión mientras tomaba su café. Se le presentaba un domingo duro pues no dejaba de pensar en el futuro de la empresa. Una sintonía que conocía bien sonó retumbando en su cabeza: era el avance informativo de la mañana.

- Buenos días, les avanzamos las noticias que se han ido produciendo en este domingo, 15 de febrero-. Sonó un cambio de música y, entre titulares, oyó: “El líder del partido socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, convoca a un debate televisivo con el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, para debatir las líneas de sus proyectos de gobierno; trágico accidente mortal de tráfico en Guadalajara, en la incorporación de la Autovía A-2 mueren cuatro jóvenes, tres de ellos carbonizados y un cuarto por el grave traumatismo craneal producido, al salir despedido del vehículo; el Real Madrid se juega el liderato en la liga contra un potente Valencia....”

Se quedó pensativo al oír la noticia del accidente, sabía perfectamente cuál era esa incorporación, había transitado miles de veces por ella camino del trabajo; una llamada telefónica le sacó de su abstracción, contestó con cierto recelo.

- Sí....
- Hola, buenos días. Le llamo del Hospital General, ¿es usted el padre de Eva Ramírez Fernández?-, la voz femenina del otro lado del aparato le produjo miedo.
- Sí, sí, soy yo. ¿Qué es lo que pasa, por qué me llaman?
- Mire, señor, siento mucho darle esta noticia: su hija ha tenido un accidente de tráfico, deberían venir por el Hospital cuanto antes...
- ¿Qué, cómo?, no puede ser, dígame...
- Si, por favor, en el hospital le damos más detalles, vengan con cuidado, por favor.

La voz femenina se diluyó, Eduardo no reaccionó, el teléfono se le pegó a la mano, unas lágrimas aparecieron en su rostro, quedó completamente petrificado. Marisa apareció en el salón preocupada, Eva no dormía en su cuarto y alguien había llamado.

- Edu, ¿quién era?, ¿por qué lloras?, Edu dime algo, suelta ya el maldito teléfono.
- Marisa, del hospital...
- Sí, dime, dime qué pasa.
- Eva ha tenido un accidente y me temo lo peor.
- ¡Noooooooo! ¡no puede ser!
- Sí, vístete rápido, tenemos que ir inmediatamente, espero que no sea...
- ¿Qué dices ahora?, dime qué carajos te han dicho...
- Justo antes de la llamada, ¡oh, Dios mío!... han dado la noticia de un accidente en la autovía, y son cuatro jóvenes los...

Antes de acabar la noticia, con lágrimas en sus caras, oyeron perplejos como se cerraba la puerta de entrada; apareció Eva con signos evidentes de una noche alborotada, y en su rostro se reflejaba el miedo a una reprimenda de su padre.

- ¿Qué os pasa, por qué lloráis?, no me digáis nada, lo sé...
- Eva, Eva, hija....

Tras unos instantes de confusión y después de un largo abrazo, Eva contó a sus padres que había pasado estas últimas horas en el rellano de las escaleras, algo le había sentado mal produciéndole pesadillas muy extrañas, aunque se sentía muy despierta; también les dijo que no entró porque tenía miedo a que Eduardo se despertara con sus ruidos, y que lo último que recuerda es cómo se despedía de María en la puerta de la discoteca, un taxi, y su amiga Sara acompañándola hasta casa y nada más. Después de un largo silencio, se llevó las manos a la cara:

- Claro, ya está. Le di mi carné y mi móvil a María, por no llevarlos en la mano, por eso os habrán llamado, ¡oh, que horror!

Rompió a llorar, recordando la imagen de su inseparable amiga.

José Daniel.
14/04/04

miércoles, noviembre 09, 2005

20:35 pm


Dos horas,
y este acero sigue frío,
tan frío
dentro de esta boca que se cierra,

tan frío
que impregna en poesía
sus últimas gotas de resistencia.


José Daniel. De "Despertar incierto".

domingo, noviembre 06, 2005

18:32 pm.



Un abanico de inquietudes
sacude azotes sobre una espalda que carga
centenares de sentimientos acongojados
por el maltrecho pasillo que llega a la estancia.


Allí no estás, no hay nadie,
sólo un retrato en sepia que se diluye,
sólo una fragancia que el tiempo borra,
sólo un terco en el abismo de la locura.

Allí no estás, no hay nada,
sólo un cajón abierto, un revólver,
sólo un reloj que se esconde en sus horas,
sólo yo, sólo un cartucho y muchas dudas.

José Daniel.
De "Despertar Incierto".

jueves, noviembre 03, 2005

miércoles, noviembre 02, 2005

16:45 pm














Perdido
en marañas de siestas inconclusas,
sueño,
y todas las imágenes se mezclan
en almíbares sabores.


Te puedo sentir,
te puedo acariciar,
te puedo oler,
y todo lo que queda de azúcar
se consolida en montañas desiertas;
y todo lo que anhelo se desvanece
porque son recuerdos,
son recuerdos
todos los minutos de este triste sueño.


José Daniel.
De "Despertar incierto".
Imagen: http://findelmundo.com.ar/orquideas/imagenes/callani.gif